MADURO : PURA PÉRDIDA SU PUTIN-PURA-PINTA
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SU APOYO -total, absoluto, irrestricto- A PUTIN TRAS LA INVASIÓN DE UCRANIA - INFOBAE
► A
PUTIN LE SALIÓ MAL LA JUGADA CON UCRANIA - Yulia
Latynina - NYTimes
► VECCHIO:
"MADURO NOS ARRASTRA AL CONFLICTO GEOPOLÍTICO" // OPOSICIÓN
RECHAZÓ APOYO A PUTIN
► “ES PEQUEÑO Y PÁLIDO; TAN FRÍO QUE ES CASI REPTIL” - NYTimes
Maduro: «Venezuela está con Putin, está con las causas valientes y justas»
AFP
- Maduro respaldó
este martes las acciones del mandatario de Rusia, Vladimir Putin, tras su decisión de enviar tropas de apoyo a las regiones
separatistas en Ucrania.
«Venezuela está con Putin, está con Rusia, está con
las causas valientes y justas del mundo, y nos vamos a restear (aliar) cada vez
más», expresó el mandatario venezolano en una reunión con ministros transmitida
por televisión.
Las declaraciones de Maduro se producen en medio de una
escalada del conflicto con el reconocimiento por parte de Rusia a los
territorios separatistas del este de Ucrania.
Maduro recordó que su antecesor, Hugo Chávez, respaldó a
Rusia en otros conflictos territoriales y sostuvo que la amistad con el «pueblo
de Rusia» se mantendrá «por siempre».
Chávez
apoyó de hecho a Rusia durante la guerra relámpago con Georgia en agosto de
2008 por el control de Osetia del Sur. Tras el conflicto, Moscú reconoció la
independencia de esta provincia y la de Abjasia, otra región georgiana
separatista prorrusa.
«Siempre Venezuela, siempre la revolución chavista
con Putin, con Rusia, con el pueblo de Rusia», remarcó Maduro, que recibió la
semana pasada en Caracas al viceprimer ministro ruso, Yuri Borisov.
«Venezuela anuncia todo su respaldo al presidente
Vladimir Putin en la defensa de la paz de Rusia, en la defensa de la paz de esa
región, en la defensa valiente, ¡todo el apoyo a Rusia!», exclamó.
Dijo además que Estados Unidos y «la OTAN pretenden por
la vía militar acabar con Rusia».
«A Rusia pretenden rodearla, apuntar todas las armas de
la OTAN», cuyo secretario general estimó que Rusia prepara un ataque a «gran
escala» contra Ucrania.
Rusia ha sido uno principales aliados de Maduro frente a
la presión internacional encabezada por Estados Unidos para desplazarlo del
poder con una batería de sanciones financieras.
Semanas atrás, ya con la tensión instalada en la frontera
con Ucrania, el ministro ruso de Defensa, Serguéi Shoigú, asomó un eventual
despliegue militar en Venezuela y Cuba, algo que nunca se oficializó.
Las relaciones entre Moscú y Caracas se estrecharon con
la llegada al poder de Chávez en 1999 (gobernó hasta su muerte en 2013), quien
compró armas y equipamiento militar ruso por cientos de millones de dólares en
medio de una bonanza petrolera que acabó en 2014.
La
Mafia-Putin y sus luceros: “Los indeseables”
EFE - Vladimir Putin, de
reconocer las autoproclamadas repúblicas de Donestk y Lugansk ha suscitado la
repulsa general de la comunidad internacional y la puesta en marcha de
sanciones por considerarse que viola el derecho internacional.
Pero hay personalidades internacionales y gobiernos que
han alabado o respaldado la actitud de Putin en la crisis de Ucrania, frente a
Estados Unidos y la OTAN, desmarcándose así de la norma general de condena,
aunque por el momento no se han decidido tampoco a seguir el paso de Rusia de
reconocer a las autoproclamadas repúblicas.
- El régimen cubano se ha alineado con Rusia en la crisis
que mantiene con Ucrania y ha pedido a los países occidentales y, especialmente
a Estados Unidos, que dejen de intervenir en ese país y de tratar de imponer la
expansión de la OTAN.
"El empeño de Estados Unidos por imponer la
progresiva expansión de la OTAN hacia las fronteras de la Federación de Rusia
constituye una amenaza a la seguridad nacional de este país y a la paz regional
e internacional", aseguró el ministerio de Relaciones Exteriores cubano
(Minrex) en un comunicado.
La
Habana afirmó que "el gobierno de Estados Unidos lleva
semanas amenazando a Rusia y manipulando a la comunidad internacional sobre los
peligros de una 'inminente invasión masiva' a Ucrania".
El nicaragüense,
Daniel Ortega, respaldó a su homólogo ruso, Vladimir
Putin, en el reconocimiento unilateral de los territorios separatistas
prorrusos de Donetsk y Lugansk (Ucrania oriental), aunque no sumó a Nicaragua a
esa iniciativa."El presidente Putin ha dado un paso, donde lo que ha hecho
es reconocer a unas repúblicas que, desde el golpe de Estado de 2014, no
reconocieron a los gobiernos golpistas (de Ucrania) y ellos establecieron su
gobierno y han dado la batalla", dijo Ortega, en un acto oficial.
El Gobierno de Irán ha
culpado a Estados Unidos y la OTAN de la crisis en Ucrania y llamó al diálogo
para rebajar la tensión, después de que Rusia reconociese las dos provincias
separatistas ucranianas.
“Desafortunadamente, las provocativas acciones de la
OTAN, apoyada por Estados Unidos, han complicado la situación en la región”,
afirmó en un comunicado el portavoz del Ministerio de Exteriores iraní,
Said Jatibzade.
El
régimen sirio ha
sido, por el momento, el único en reconocer abiertamente la independencia de
las dos provincias separatistas de la región oriental ucraniana del Donbás.
El ministro de Exteriores de Siria, Faisal al
Miqdad, ya anunció este martes durante una visita oficial a Moscú que su país
respalda el reconocimiento por Rusia a las autoproclamadas repúblicas
separatistas de Donetsk y Lugansk.
“Siria apoya la decisión de Vladímir Putin de reconocer las repúblicas de
Lugansk y Donetsk, y cooperará con ellas”, afirmó Al Mikdad durante una
conferencia organizada por el centro investigador Club de Debate Valdái, según
recoge la agencia oficial de noticias siria SANA.
Desde 2015 Moscú
interviene militarmente en Siria en favor del Gobierno de Bachar al
Asad.
A
Putin le salió mal la jugada con Ucrania
Yulia
Latynina - NYTimes - MOSCÚ —
La pregunta está en boca de todos. ¿El presidente Vladimir Putin irá a la
guerra contra Ucrania? A juzgar por la maquinaria propagandística de Rusia,
donde los magnates de los medios de comunicación están prediciendo una victoria
“en 48 horas”, la respuesta es un
rotundo sí.
Sin embargo, la verdad es más compleja. Aunque Putin, sin
duda, considera Ucrania como poco más que una provincia rusa, como sostuvo en
un largo tratado pseudohistórico en julio, no es
ni mucho menos evidente que la guerra fuese su objetivo.
El conflicto directo —frente a los escarceos repentinos,
las operaciones encubiertas o la guerra híbrida— no es, en realidad, el estilo
de Putin.
Es probable que el aumento
de las tropas en noviembre fuese un intento de
obligar a Occidente a renunciar a cualquier demanda sobre Ucrania. Fue una gran
victoria de relaciones públicas a un costo mínimo.
Pero Occidente se dio cuenta de sus intenciones. Durante
la semana pasada, en especial, Estados Unidos y la OTAN han adoptado un tono
notablemente más afilado al hablar de Rusia y, lo que es más importante, enviaron equipamiento militar a través de
Europa del Este y pusieron a sus tropas en estado
de alerta. El mensaje es claro: si Rusia no quiere disminuir la
tensión, tampoco lo hará Occidente.
En lugar de poner a Estados Unidos en una trampa, Putin
ha caído en ella. Atrapado entre el conflicto armado y una humillante retirada,
ahora ve cómo su margen de maniobra se reduce hasta la nada. Podría invadir y
arriesgarse a la derrota, o podría retroceder y que su temeraria política no le
haya servido para nada. Lo que pase después es una incógnita, pero sí está
clara una cosa: a Putin le salió mal la jugada.
Tal vez no parezca obvio que el Kremlin, que desde
noviembre ha concentrado más de 100.000 soldados en la frontera ucraniana, no
tuviese el propósito de ir a la guerra.
Sin embargo, hay muchas razones para pensar que Rusia
reculará de la invasión. Para empezar, Putin —cuya instintiva cautela he
observado desde muy cerca en las últimas dos décadas— tiene un historial de
retirarse ante la primera señal real de conflicto.
Cuando unos mercenarios rusos murieron en enfrentamiento
con tropas estadounidenses en Siria
en 2018, por ejemplo, tuvo la oportunidad perfecta para tomar
represalias. En cambio, Rusia negó que la matanza ocurriera.
Asimismo, cuando drones turcos abatieron a mercenarios
rusos y destruyeron material en Libia y Siria, tampoco hubo el menor atisbo de
reconocimiento. De hecho, parece que Putin era tan consciente del poderío de Turquía
que no se atrevió a unir fuerzas con Armenia cuando, en septiembre de 2020, su
territorio fue atacado por Azerbaiyán
con el respaldo de Turquía. Y, tras enviar con aire triunfante a
sus tropas a Kazajistán por tiempo indefinido, Putin empezó retirarlas muy
poco después de que el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia recibiera una
llamada de su homólogo chino.
Es revelador que las principales operaciones militares
exitosas de Rusia bajo el mandato de Putin —la derrota
de Georgia en 2008 y la anexión
de Crimea en 2014— sucedieran cuando Occidente miraba hacia
otro lado. En ambos casos, el mundo estaba desprevenido y Rusia pudo completar
sus designios sin la amenaza de una oposición internacional armada. Ahora no es
así.
Es más: no hay ninguna razón interna para querer ir a la
guerra. Sí, los niveles de aprobación de Putin están bajando y los precios
están subiendo, pero no hay agitación en el país y faltan dos años para las
elecciones. Putin no necesita una aventura expansionista para apuntalar su
régimen o distraer a la población de sus problemas. La guerra es un gran botón
rojo que solo se puede pulsar una vez. Ahora mismo, no hay necesidad de ello.
Y luego está la principal razón: Rusia no tendría ninguna
garantía de victoria. El ejército ucraniano ha mejorado mucho, al contar con un
equipamiento de mayor nivel y haberse preparado para la invasión por tierra, y
seguramente las tropas rusas desplegadas cerca de la frontera sean insuficientes para
conquistar el país. Debido a su mera envergadura, el ejército ruso podría
lograr avanzar: la cantidad tiene calidad por sí misma, como supuestamente dijo
Stalin. Pero, sin duda, el costo serían pérdidas catastróficas de vidas
humanas.
Si tenía pocas intenciones de invadir, ¿por qué Putin
lleva las cosas a ese límite? La respuesta es simple: Afganistán. La desastrosa
retirada de Occidente del país en agosto fue una señal de que Estados Unidos
tiene cada vez menos interés en involucrarse en el extranjero. Es obvio que
Putin, envalentonado, decidió que era un buen momento para presionar con su
causa: la revisión del orden posterior a la Guerra Fría. Sin las habituales
monedas de cambio —sin una economía sólida, armas superiores ni seguidores
fanáticos—, recurrió a la imprevisibilidad. Cuanto más irracional fuese su
conducta, según esta lógica, más probable era que Estados Unidos aceptara sus
demandas.
Esas demandas, publicadas en forma de pseudotratado en diciembre, eran en muchos casos absurdas. La
exigencia de que la OTAN retire sus tropas de los Estados miembro, por ejemplo,
jamás se habría aceptado. La petición central —que la OTAN le niegue a Ucrania
su ingreso— era ridícula, por otros motivos. No había ninguna posibilidad de
que Ucrania se convirtiese en miembro de la OTAN en el futuro cercano, con ultimátum
o sin él. Pero ese era el propósito de Putin: al exigir algo que ya estaba
sucediendo, Putin aspiraba a anotarse una victoria frente a Occidente.
En cambio, en lugar de someterse, Estados Unidos tomó el
camino contrario y empezó a armar a Ucrania. El miércoles, respondió
oficialmente a las demandas de Putin; aunque no
conocemos los términos exactos de la respuesta, el secretario de Estado, Antony
Blinken, recalcó que no habría concesiones. Por tanto, Putin
está atragantado.
Sus opciones son limitadas. Puede exigir que Occidente interrumpa
sus suministros militares. Podría dirigir sus frustraciones hacia la oposición,
mientras intenta presentar a Rusia como la víctima del malvado Occidente. O
podría tantear el terreno con una provocación iniciada por supuestos ciudadanos
particulares rusos, a los que Putin llamó una vez “mineros y conductores de
tractores”. Quizá le sirva en cierto modo para salvar las apariencias, pero la
situación podría descontrolarse con facilidad. El riesgo de la guerra abierta
es enorme.
Hay, tal vez, una certeza a la que aferrarnos: Putin nunca empezará una guerra que es probable que pierda. Así que la única manera de asegurar la paz es garantizar que, en un enfrentamiento militar, Putin jamás pueda ganar.
- Yulia Latynina (@YLatynina)
es periodista de Eco de Moscú y de Novaya Gazeta.
"Como extraño los buenos viejos tiempos,...."
“Es pequeño y pálido; tan frío que es casi reptil”
Madeleine Albright escribió una detallada columna en The New York Times donde hace referencia a su primer encuentro con el jefe de estado ruso y las consecuencias que podrían existir para Rusia si incrementa la invasión en Ucrania "Casi un reptil". Así lo describió la ex secretaria de Estado norteamericana Madeleine Albright en 2000 cuando lo conoció por primera vez a Vladimir Putin (Reuters)
La ex secretaria de Estado norteamericana, Madeleine
Albright, escribió una profunda columna de opinión en The New York Times, en la cual hace referencia a su primer
encuentro de tres horas con el entonces flamante presidente ruso Vladimir
Putin a comienzos de 2000, cuando era aún funcionaria de la administración
de Bill Clinton. Titulada “Putin está cometiendo un error histórico”, la
también autora de libros sobre política internacional describió al hombre que
tiene en vilo al mundo por su invasión a Ucrania como una persona “fría, casi
un reptil”.
Esa calificación había sido escrita con ella en el viaje
de vuelta a Washington, mientras trazaba en su cuaderno un perfil
detallado del misterioso ruso, de quien sólo sabía que era un ex agente de la
KGB. “Putin es pequeño y pálido; tan frío que es casi reptil”, había
escrito aquel invierno de comienzos de siglo Albright para presentar
ante el presidente Clinton. “Sentado frente a una pequeña mesa en el
Kremlin, me sorprendió inmediatamente el contraste entre Putin y su ampuloso
predecesor, Boris Yeltsin”, rememoró.
“Mientras que Yeltsin me había engatusado, fanfarroneado
y halagado, Putin habló sin emoción y sin notas sobre su determinación de
resucitar la economía rusa y aplastar a los rebeldes chechenos. Volando a casa,
registré mis impresiones”, escribió la ex secretaria de Estado en su columna de
opinión de este miércoles. En esos valiosos apuntes, que aún
conserva, Albright remarcó: “Putin está avergonzado por lo que
le ocurrió a su país y decidido a restaurar su grandeza”. La vergüenza tenía
que ver con la caída de la Unión Soviética, un colapso que significó la
humillación del entonces imperio comunista y su desmembramiento.
En referencia a las recientes declaraciones y decisiones
de Putin de reconocer las regiones separatistas
de Ucrania como independientes y decidir una invasión a esas áreas
para cooperar con esas fuerzas, la funcionaria de Clinton señaló que
sería un “histórico error” tanto para su futuro político como para Rusia.
“Putin lleva años intentando mejorar la reputación
internacional de su país, ampliar el poderío militar y económico de Rusia,
debilitar a la OTAN y dividir a Europa (al tiempo de abrir una brecha entre
ésta y Estados Unidos). Ucrania figura en todo ello”, indicó y
argumentó: “En lugar de allanar el camino de Rusia hacia la grandeza,
invadir Ucrania aseguraría la infamia de Putin al dejar a su país diplomáticamente
aislado, económicamente paralizado y estratégicamente vulnerable frente a una
alianza occidental más fuerte y unida”.
Como consecuencia inmediata de esta invasión, Rusia ya
comenzó a padecer sanciones, que para Albright van a generar un alto costo para
los rusos, pese a que Putin ha conseguir una estructura financiera
interna en apariencia sólida. Sin embargo, ¿puede afrontar una nueva Guerra
Fría? “Las acciones de Putin han desencadenado sanciones masivas, y más aún si
lanza un ataque a gran escala e intenta apoderarse de todo el país. Estas sanciones devastarían no sólo la economía de su
país, sino también a su estrecho círculo de compinches corruptos,
que a su vez podrían desafiar su liderazgo. Lo que seguramente será una
guerra sangrienta y catastrófica agotará los recursos rusos y costará vidas
rusas, al tiempo que creará un incentivo urgente para que Europa reduzca su
peligrosa dependencia de la energía rusa. (Eso ya ha comenzado con la medida de
Alemania de detener la certificación del gasoducto Nord Stream 2)”.
Además, explica la ex jefa de la diplomacia
norteamericana, una invasión total de Ucrania podría derivar en una guerra
interminable para Putin, con cuantiosos costos en vidas humanas y
económicos. Una nueva Afganistán, plantea. “Un acto de agresión de este
tipo llevaría casi con toda seguridad a la OTAN a reforzar significativamente
su flanco oriental y a considerar el estacionamiento permanente de fuerzas en
los Estados Bálticos, Polonia y Rumanía. Y generaría una feroz resistencia
armada ucraniana, con un fuerte apoyo de Occidente. Ya está en marcha un
esfuerzo bipartidista para elaborar una respuesta legislativa que incluya la
intensificación de la ayuda letal a Ucrania. No sería ni mucho menos una
repetición de la anexión rusa de Crimea en 2014; sería un escenario que
recordaría a la malograda ocupación de Afganistán por parte de la Unión
Soviética en la década de 1980″.
“Aunque Putin, según mi experiencia, nunca admitirá haber
cometido un error, ha demostrado que puede ser paciente y pragmático.
Seguramente también es consciente de que el actual enfrentamiento le ha hecho
depender aún más de China; sabe que Rusia no puede prosperar sin algunos lazos
con Occidente. ‘Claro que me gusta la comida china. Es divertido usar
palillos’, me dijo en nuestro primer encuentro. ‘Pero esto es algo trivial. No
es nuestra mentalidad, que es europea. Rusia tiene que ser firmemente parte de
Occidente’”, recordó.
Además, se refirió a los aliados que posee la
actual Rusia, en contraste con lo poderosos que son los socios de
Occidente, cuyas economías son robustas y pueden permitirse un -con costos,
desde luego-, una pulseada a largo plazo. “Putin debe saber que una segunda
Guerra Fría no sería necesariamente buena para Rusia, incluso con sus armas
nucleares. Hay fuertes aliados de Estados Unidos en casi todos los continentes.
Los amigos de Putin, por su parte, incluyen a personas como Bashar al-Assad,
Alexander Lukashenko y Kim Jong-un”.
“A Putin y a su homólogo chino, Xi Jinping, les gusta afirmar que ahora vivimos en un mundo multipolar. Aunque esto es evidente, no significa que las grandes potencias tengan derecho a dividir el mundo en esferas de influencia como hicieron los imperios coloniales hace siglos”, concluyó Albright.
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