LA PEOR DERROTA… y la que viene
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-Antonio Ledezma - POR ENCIMA DE TODO, LA LIBERTAD DE VENEZUELA
Manuel Malaver – DdC:- Definitivamente, no es sólo la derrota de
Estados Unidos de Norteamérica. No, ni siquiera es la del actual gobierno que
preside el presidente, Joe Biden. No. Diría que es todo éso y mucho más:
es la derrota de la sociedad abierta y competitiva, de la democracia liberal,
constitucional y de Estado de Derecho que se bate en todos los frentes del
Siglo XXI contra el totalitarismo y el neototalitarismo, el socialismo y el
comunismo, el pupulismo y el autoritarsmo.
En este sentido, es
la auténtica primera guerra mundial de la historia, territorialmente más amplia
que las se conocen como tales, sean la Primera y Segunda Guerra del Siglo
XX, pues si aquellas se desarrollaron en teatros de operaciones de
Europa, Asia y parte de África, esta auténtica Primera Guerra
Mundial se fragua en las Américas, Europa, Asia, África, Oceanía y
sus batallas pueden sentirse, simultaneamente, en Myanmar y Filipinas,
las dos Coreas, China, Hong Kong y Taiwan, India y Pakistán, Arabia
Saudita y Yemen, Irán y EEUU, Israel y Palestina y los países de la UE
que, de un lado, luchan contra el Brexit, y del otro, contra la politica sin
fronteras que, desde la UE, quieren imponerle a los países de Europa del Este.
La otra característica
y naturaleza únicas de la nueva guerra es que, estratégicamente, no se
decide en el espacio de los campos de batalla, ni con las armas que desde la
prehistoria y hasta el siglo pasado se empleaban para desarmar y derrotar ejércitos,
sino disparando ataques cybernéticos, activando redes sociales que propagan
noticias falsas, desinformación y contrainformación y misiles de cabezas múltiples
que como la “postverdad” no permite conocer la causa, efectos,
actores, forma y contenido de los hechos.
Quedan las
presiones, sanciones, boicots, embargos y aranceles más y aranceles menos de la
economía para subir o bajar precios que promueven fenómenos de hiperinflación o
deflación que, en meses, pueden reducir a cenizas o inflamar hasta el cielo las
economías.
Es la guerra de los
entes intangibles, microfísicos, inasibles, invisibles e inaudibles, que están
generando una formación de bloques de poder que, hasta ahora, no son
totalmente conocidos ni idenficados, pero que hacen tendencias y le están dando
al mundo otra fisonomía, otra naturaleza y otro identidad.
Y que si ahora
mismo nos asombran por el atentado suicida que llevaron a cabo hace unas horas
en el aeropuerto internacional de Kabul con un saldo de 13 soldados
norteamericanos muertos y 170 heridos, es porque quieren ponerle firma a
la derrota de las tropas de ocupación norteamericanas en Afganistán.
Pero que solo al
comienzo de la guerra, en los primeros meses del 2002, cuando huyeron del país
ante el avance de las tropas invasoras del entonces presidente Bush, se les
pudo ver en físico, porque, posteriormente, desaparecieron, admitiendo su
derrota en una guerra que, sorpresivamente, y sin que nadie diera razones para
ello, duró 20 años.
Casi tantos, como
duró la guerra de Vietnam que comenzó a mediados de los 50 y terminó en
abril de 1975, en combates, enfrentamientos, bombardeos y tomas de puertos y
ciudades que gráfica y comunicacionalmente le dieron la vuelta al mundo,
como para que quedara el testimonio de que la última guerra
convencional y de la prerrevolución electrónica estaba a punto de
terminar.
Fue, desde luego, el sello de la invasión que condujo a las tropas norteamericanas a invadir a Afganistán en novimienbre del 2001, a raíz de que su gobierno controlado por un grupo fundamentalista islámico conocido como el Talibán, protegió y dio refugio a Osama Bin Laden, jefe de una banda terrorista, Al Qaeda, que perpetró el atentado contra las “Torres Gemelas” de Nueva York donde murieron 3000 norteamericanos.
Una operación relativamente sencilla porque el gobierno Taliban, Al Qaeda y Bin Laden, no ofrecieron resistencia y luego de semanas o meses de escaramuzas abandonaron el gobierno y se retiraron a las abruptas montañas, cuevas y alturas nevadas del país donde es fama, desde los tiempos de Alejandro, pueden desaparecer grupos, tribus y hasta ejércitos sin que se vuelva a saber de ellos.
Entre tanto, las fuerzas de ocupación enviadas por el presidente Bush que no debieron trazarse una misión de más de dos años, pasaron a formar parte del plan de hacer de Afganistán una república democrática y civil y se unieron a una copiosa burocracia llegada de los EEUU que, pagada con los impuestos de los contribuyentes norteamericanos, no solucionaron los problemas del país, sino que los complicaron.
Aliados, desde
luego, a la burocracia nativa y a la de los países aliados, en planes de los
que se conocieron muy poco en Occidente y los EEUU, que hicieron nada o casi
nada por modernizar y civilizar a Afgánistán, en tanto las noticias y rumores
de cómo algunos de los grupos económicos que se residenciaron en las
ciudades y campos ocupados, hicieron enormes fortunas frente a la pobreza de
campesinos y artesanos que siguió siendo la misma o peor que la de
los tiempos de los Talibanes.
Mientras tanto, se sucedián cuatro períodos presidenciales en el país de los Estados de la Unión, siendo principalmente notables el de George Bush que después de ocho años (2000-2008) dejó al país en la recesión más desastrosa de su historia y el de Osama Bin Laden (2009-2017), que gobernó como un crítico feroz de la historia, la cultura y las políticas de EEUU y, muy en particular, se declaró dispuesto a firmar una “Paz Eterna” con los países árabes e iniciar una “Era de Amistad y Reconciliación”.
Era imposible que
esta política no tuviera un efecto demoledor en la moral de las tropas y del
personal civil que aún permanecía en Afganistán, que no sintieran que sus
esfuerzos y sacrificios habían sido inútiles y que mientras esperaban por una
retirada notaran como los Talibanes reaparecían y volvían a ocupar sus puestos
de combate.
Pero esa no fue
la única y sola peste que cayó sobre la democracia liberal
norteamericana después de los gobiernos de Bush y Obama, sino que, desde la
administración de Bill Clinton (1993-2001), la primera de la postGuerra
Fría, se redujeron los presupuestos para las fuerzas militares y de
inteligencia, con el pretexto de que la democracia y el capitalismo habían
ganado la batalla contra el comunismo y lo que seguían eran tiempos de “Paz
Celestial”.
Un clima que aun se
recuerdan como “los Años Dorados de Clinton” y que dieron lugar a que las
escuelas, las High School y las Universades norteamericanas fueran penetradas
por olas de “educadores” marxistas y socialistas, profundamente críticos de la
libertad, el capitalismo y el sistema de democracia liberal de los Estados
Unidos.
Vale decir que, a
partir de mediados de los 90, empieza a crecer en los EEUU una generación de
demócratas radicales, con ideas y sentimientos cercanos al socialismo y críticos
de la historia de su país, al cual califican de esclavista, racista, explotador
y causante de los peores males del mundo.
Es la llamada también generación “copo de nieve”, por por haber sido formada en una sociedad donde sobró de todo y no faltó absolutamente nada y por tanto predispuesta a “sentir” y no a “pensar” y hacerse culpable por los déficits que histórica y socialmente no acompaña la suerte de los menos favorecidos.
La gente, en
definitiva, que se movilizó el año pasado tras las consignas del “Black
Live Matter” y los radicales del Partido Demócrata, que abominan de los valores
y simbolos de la democracia liberal y competitiva y vandalizaron sus símbolos a
todo lo largo y ancho del país promoviendo marchas, saqueos, incendios,
derribando las estatuas de los Padres Fundadores y solidarizándose con
dictadores como Raúl Castro y Díaz Canel de Cuba y Nicolás Maduro de Venezuela.
Ola de protestas
que sigue una corriente mundial muy de moda en UE, y que pretende crear una
sociedad global donde desaparezca el estado nacional, la defensa y tutelas de
los DDHH y los usos y modos de la sociedad civil continúen siendo los que
heredamos de la civilización occidental y cristiana.
Oscuridad y
nubarrones entonces en el contexto de la derrota del Ejército de Estados Unidos
en Afganístan y por una facción fundamentalista islámica y es por eso que
decimos que no fue la derrota de ningún ejército ni de ningún país, sino de la
democracia liberal que es el principal legado de la civilización occidental y
cristiana.
Chávez y Maduro, Los capos de los colectivos malandros que asaltaron las instituciones. El primero llegó por conspiración, complicidades y malas artes; el 2do, por sátrapa de los cubanos
POR ENCIMA DE TODO, LA LIBERTAD DE VENEZUELA
“La razón está fundamentalmente en los giros imprevistos que se han dado, cada vez que hemos estado a las puertas de pasar el umbral de esta Era tan tenebrosa”.
Antonio Ledezma –
EdC:- Desde
que la inmensa mayoría de los venezolanos asumió la convicción de que la lucha
que dábamos, en medio de inmensos riesgos -de todo orden-, era contra un
régimen dictatorial con propósitos hegemónicos, siempre hemos sostenido que la
estrategia medular está en colocar en la agenda de acciones, en un espacio
privilegiado, salir primero de la dictadura y después todo lo demás. Han sido
ya más de dos décadas dando la pelea para vencer ese esquema purulento y
peligroso que inicio Hugo Chávez y ahora se prolonga bajo la égida de Nicolas
Maduro.
Ese
proyecto nació en medio de la virulencia que le imprimió su promotor original,
que no reparó a la hora de conspirar desde las propias entrañas de la Fuerza
Armada Nacional, para atentar contra el orden constitucional establecido en el
país. Quedan para la posteridad esos dos arponazos golpistas del año 1992.
Después
se desarrollan desde la piel podrida de ese modelo, las ponzoñas del narcotráfico
y el terrorismo, el más escandaloso derrape de corrupción y la aplicación de
métodos de persecución política, detenciones arbitrarias y torturas como parte
de un evidente patrón de conducta, hasta llegar a ser perpetradores de crímenes
de lesa humanidad.
En
el marco de estos 22 años de resistencia los venezolanos hemos hecho de todo
para tratar de salir de ese pandemonio, lamentablemente no lo hemos podido
conseguir. La razón está fundamentalmente en los giros imprevistos que se han
dado, cada vez que hemos estado a las puertas de pasar el umbral de esta Era
tan tenebrosa.
Al dia de hoy se reincide en el intento de procurar esa salida mediante otro diálogo, esta vez con el rotulo de intento mexicano.
Como
venezolano deseo que algo bueno salga de ese esfuerzo y la mejor noticia seria
que se logró imponer, concertadamente, un proceso electoral absolutamente
confiable y garantizado mediante la observación ilimitada de la comunidad
internacional que apuesta por una solución pacífica a la catástrofe que
impacta, no solo a los venezolanos, sino también a las naciones de nuestro
continente.
¿Qué me preocupa de
ese diálogo en México?
La sede, es una desventaja, ya que está controlada por un gobierno que se inclina a favor de sus socios del Foro de Sao Paulo.
La imparcialidad del moderador, o sea el rol de Noruega, teniendo en cuenta su cuestionable desempeño en el dialogo de La Habana entre los miembros de la FARC y el gobierno de Colombia. Transcurridos más de 4 años de ese dialogo, lo que tenemos es que los jefes de esa narcoguerrilla colombiana están instalados “a pierna suelta” en territorio venezolano. Además, ya Noruega jugó un papel en el fallido diálogo de Oslo y el de Barbados, consumados en el año 2019.
Que miembros de la delegación de la oposición sean vetados por el dictador y que “se agache la cabeza” para complacer esas intemperancias, inaceptables desde todo punto de vista.
Que algunos miembros de la delegación de la oposición estén más pendientes de ver como resuelven sus aspiraciones de ser candidatos a gobernadores o alcaldes, comprometidos, como evidentemente están, a avalar el proceso de elecciones regionales montado por la dictadura para el próximo 21 de noviembre, en vez de poner la mira en lo realmente trascendental, que es la libertad de Venezuela. La situación de la oposición venezolana es crítica, está muy dividida, infiltrada y con agendas ocultas entre los directivos, algunos de los cuales están entregando la cabeza de Juan Guaidó, para liquidar el interinato, a cambio de que el régimen los deje actuar dentro del país “para ser cola de un ratón” que vivirá de las miserias que les tire la dictadura.
Que, a cambio de nada que valga realmente la pena para lograr la libertad de Venezuela, se levanten las sanciones a los depredadores relacionados con esa narcotiranía, que le devuelvan los activos, como el oro resguardado en Inglaterra y que le validen sus mamotretos, entre ellos el aparato judicial que le serviría a Maduro para boicotear el curso del proceso que marcha en la Corte Penal Internacional.
Que no se tenga claro que Maduro no es presidente legítimo de un gobierno que no tiene legalidad, sino que es capo de una banda delincuencial muy peligrosa, cuyos integrantes están siendo solicitados por organismos policiales y judiciales del mundo, por la comisión de los graves delitos que les son imputados.
Siempre he dicho, manteniendo mi coherencia a la hora de analizar esta tragedia, que desunidos ni solos podemos superar esta calamidad. Hoy no se puede esconder la vergüenza representada por una dirección política que no deja de sorprendernos con los saltos que pegan para variar sus posturas de la noche a la mañana. Y en cuanto al respaldo internacional requerido, éste debe centrarse en el combate articulado contra los traficantes de narcóticos, para eso es de entender que se tienen acciones especializadas. Y otro capítulo es lo que está pasando, algo que es real y no mágico, en la Corte Penal Internacional. Las órdenes de captura se pueden cursar: unas por narcotraficantes y corruptos y otras por ser criminales de lesa humanidad.
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