‘El NICO-VIRUS CAMINA POR AMÉRICA LATINA'...
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CONTRA LA DEMOCRACIA NO SERÁN TOLERADOS": BIDEN A PUTIN
"Hoy la democracia en todo el mundo está bajo amenaza, presión y
retos, y América Latina no es la excepción. Es muy difícil para un gobierno
democrático manejar las consecuencias de una pandemia de impacto global",
señaló el escritor y economista venezolano
El Mercurio – Chile - Miembro del think
tank Carnegie Endowment for International Peace de Washington, exdirector de la
revista Foreign Policy y exdirector ejecutivo del Banco
Mundial, entre otros cargos, el escritor y economista venezolano Moisés Naím es uno de los
analistas políticos más destacados e influyentes de América Latina.
Naím expondrá este
jueves en la conferencia anual de la Sociedad Nacional de Minería, en el marco
del Mes de la Minería, y en entrevista por videoconferencia con El
Mercurio señala los peligros para la democracia en la región, los focos de conflicto que representan
Venezuela, Nicaragua y Perú, los desafíos y oportunidades relativos a la
pandemia y los avances del proceso constituyente en Chile.
América Latina en crisis
–¿Cómo ve el panorama
regional en este momento, con gobiernos de corte autoritario y populismos en
distintos puntos, todo en medio de la pandemia?
–Hoy la democracia en
todo el mundo está bajo amenaza, presión y retos, y América Latina no es la
excepción. Es muy difícil para un
gobierno democrático manejar las consecuencias de una pandemia de impacto
global, las repercusiones económicas, las condiciones preexistentes que había
en América Latina cuando llegó la pandemia. Cuando llegó la pandemia las calles
ya estaban ardiendo. Las protestas sociales, había una situación económica muy
mala.
América Latina está
pasando por una etapa muy complicada. Afortunadamente, los últimos meses ha
aumentado significativamente el precio de los commodities, las materias de
exportación más importantes de una gran mayoría de los países de América
Latina, que depende de sus ingresos en más de 50% por la venta de commodities .
Entonces, como los precios están altos, pues, las economías están teniendo un
poco de ayuda. Pero como sabemos, los precios de los commodities suben y bajan.
Cuando suben hay jolgorio y cuando bajan hay miseria. Ojalá tarden en bajar,
pero eso es un ciclo histórico en América Latina.
–¿Es un momento
histórico especialmente tenso para la región considerando la pandemia y las
protestas sociales de 2019 en varios países?
–Claro, tenemos
muchas cosas que no nos han pasado antes. Los sistemas sanitarios de América
Latina siempre dejaron mucho que desear, y la pandemia ha agudizado eso.
América Latina tiene uno de los índices más altos, si no el más alto, de
trabajo informal. La pandemia ha hecho más agudas las dificultades de trabajar
de esa manera.
En fin, hay una serie
de condiciones que estaban allí, que América Latina las está sufriendo, y una
de las esperanzas es que la crisis -que de todas maneras es muy profunda-
motive y cree el caldo de cultivo para que se den las reformas que América
Latina tiene pendientes.
La lista de cosas que
hay que cambiar es conocida, pero hay desacuerdo en cómo hacer para cambiarlas.
Las prioridades
–¿Cuáles cree que son
las reformas prioritarias?
–Estoy pensando en la
reforma del sistema educativo, las reformas de la política fiscal, de los
impuestos, cómo se originan y a dónde van, en el sector público y su
funcionamiento interno, en el sistema judicial. En fin, hacen falta muchas
reformas económicas que aumenten la productividad y competitividad
internacional de América Latina, que están pendientes. Entonces, quizás la
crisis crea las condiciones para hacerlo. No hay que desaprovechar la crisis
para quizás llevar adelante las reformas, pero vamos a ver si eso ocurre.
–Las proyecciones
económicas para este año son favorables, pero después no se sabe. ¿Impediría
esto realizar estas reformas pendientes?
–Así es, debido al
aumento del precio de los commodities, Chile, por ejemplo, va a tener un
crecimiento excepcional este año. Todo eso es la recuperación de años de estancamiento,
de lockdown, de estar cerrados, el precio del cobre que está muy alto. Como tú
dices, la gran pregunta es si ese crecimiento tan importante que va a haber en
el año 2021 es sostenible y perdurará en 2022 y 2023.
–¿Qué opina del
debate que ha surgido por las ayudas fiscales en los países de la región?
–Lo primero que hay
que reconocer es que un gobierno que obliga a su gente a quedarse en sus casas,
sin ir a trabajar, tiene la obligación de tener políticas que permitan que esa
familia sobreviva y tenga acceso a alimentos, a los servicios públicos.
Entonces eso casi que no puede ser un debate.
El debate ocurre
cuando se habla de la magnitud del apoyo fiscal y cuál es el periodo y la
permanencia, y ahí hay grandes variaciones de país en país. Muchos países, casi
todos, están dando apoyo a financiero, monetario a la gente económicamente
afectada por la pandemia. Pero las variaciones en su ejecución, en cómo son
hechos en la distribución entre la población rural y la urbana, la distribución
etaria de las ayudas, varía muchísimo de país en país.
–¿Cómo ha visto el
proceso constituyente de Chile?
–Es muy temprano
todavía (para evaluarlo). Pero yo sí he alertado varias veces, incluyendo en
conversaciones previas que hemos tenido, del peligro que hay en los cambios
constitucionales que terminan siendo una declaración de otorgar derechos
constitucionales que ningún Estado es capaz de dar. Por supuesto que queremos
que todos tengan vivienda decente, pero que esté en la Constitución no va a
garantizar que eso ocurra. Es una cosa ideal, pero hay que tener mucho cuidado
con una Constitución que sea muy larga en concesiones y en derechos, y muy
corta en obligaciones.
–Por como está
transcurriendo hasta ahora, ¿ve similitudes con otros procesos?
–Lamentablemente, en
América Latina no. Las constituciones en América Latina en épocas
contemporáneas, finales del siglo XX y hoy, esencialmente han sido trucos para
concentrar el poder en quien ya lo tiene. Lo vimos en la Venezuela de Hugo
Chávez y Nicolás Maduro, lo vimos en Centroamérica, en Ecuador, en Nicaragua,
en Bolivia. La idea es utilizar la Constitución para hablar de muchas de las
cosas buenas que hay que hacer y meterle unas condiciones que le dan más poder
al Ejecutivo que ya existen.
La preocupación
–¿Qué países o zonas
ve más preocupantes o que representen mayores peligros para el conjunto de la
región?
–Las tragedias de
América Latina las conocemos, y en estos momentos su expresión más aguda de
tragedia son Nicaragua y Venezuela.
Es terrible lo que
está pasando ahí. Es terrible también lo que está pasando en Perú. La situación
de Perú es inherentemente inestable, renunció el canciller, hay mucha
turbulencia con respecto a Perú y su nuevo gobierno. Esos son los tres países
que tienen mucha inestabilidad interna y están irradiando inestabilidad
internacionalmente. El principal de ellos es Venezuela. La catástrofe socioeconómica de
Venezuela está irradiándose a otros países a través de los refugiados, pero
también a través del activismo de Nicolás Maduro y su régimen en otros países
de América Latina.
–¿Y ve algunos casos
de países destacables?
–Al lado de estas
malas noticias hay dos muy interesantes, muy peculiares. Una buena noticia
tiene que ver con la República Dominicana. Es un país que está creciendo mucho,
que tiene crecimiento sostenible, esencialmente basado en el turismo pero
también tiene minerales y agricultura. No quiere decir que República Dominicana
no sea un país muy pobre, con desigualdades importantes, pero hay progreso
notable, significativo, que no necesariamente es visto con frecuencia.El otro
que es la gran sorpresa es Guyana, un país muy pequeño y que acaba de hacer
descubrimientos de petróleo, y va a ser uno de los países con mayor producción
petrolera per cápita en el mundo. La actividad petrolera va a generar dinamismo
en otros sectores y servicios, y Guyana va a ser el país más rico per cápita en
América Latina.
Caracas en el espejo de Kabul
“Hace largo tiempo el territorio venezolano, como
el afgano, no es controlado por el Estado. El poder está peligrosamente
repartido entre muchos intereses. Kabul no está tan distante”…
Julio Castillo S. – Runrunes - Las imágenes desgarradoras de la
entrada de los talibanes a Kabul nos han helado la sangre a todos. Tenemos la
sensación de que el mundo civilizado les ha abandonado y es verdad. Sin
embargo, esta nota no va de análisis de las responsabilidades de Trump, de
Biden o de la Unión Europea sobre lo que allí está ocurriendo. Aunque sea mucha
la que tienen.
Lo que aquí queremos
poner de relieve es cómo ha sido posible que un ejército de más de 300.000
efectivos, formado, equipado y asistido por las principales potencias del
mundo, no ofreció la más mínima resistencia contra los enemigos para cuyo
enfrentamiento se habían formado.
La respuesta a esta
interrogante es más simple de lo que creemos y es esta: el ejército afgano era
el mejor pagado de la región, con el mejor armamento y el mejor equipamiento.
Tenía aviones, tanques y comunicaciones sofisticadas, pero era un
ejército comandado por oficiales corruptos y defendían un gobierno al que nunca
sintieron como propio.
Afganistán es una suerte de Estado fallido y la revancha del Talibán era
una cuestión de tiempo.
Es verdad que algunos
avances se habían producido, pequeños pero importantes, sobre todo en el
respeto a los derechos de mujeres y minorías. No obstante, el Estado
afgano era una ficción sostenida por la asistencia financiera y militar del
extranjero. Su columna vertebral, sus cuerpos armados, nunca desarrollaron
un espíritu de cuerpo; estaba infiltrados por el Talibán e influido por los
señores feudales de la guerra ligados, casi todos, al negocio del opio y a la
trata de personas en muchos confines del país.
¿Tiene algo que ver Venezuela con esto?
Creemos que sí y
mucho. Hace largo tiempo el territorio venezolano no está controlado
por el Estado.
En efecto, Apure, el Arco Minero, los barrios de
Caracas, las zonas que controlan bandas como el Tren de Aragua y los
alrededores de Paria y Araya, por donde salen al Atlántico toda suerte de
chucherías peligrosas, son una demostración evidente de que el poder
está peligrosamente repartido entre muchos intereses.
Maduro sabe de esto.
Está absolutamente consciente de que duerme con el enemigo y
que mientras más escaseen los recursos; mientras menos dinero haya para
satisfacer las apetencias de quienes le apoyan con la fuerza, más peligroso e
inestable es su régimen.
Esa es una (de las
muchas razones) por las que hoy está sentado en México. Necesita que
levanten las sanciones para seguir pagando lealtades. Necesita recursos
para que la bolsa del CLAP con gorgojos, con frijoles chinos incomibles y
sardinas vencidas, pueda volver a tener cosas decentes para comer. Sabe
que sus mecanismos de control social ya no funcionan. Está claro que ya
para nadie es una amenaza que le quiten los bonos de la patria y menos el
empleo de 4 dólares mensuales que paga.
Maduro se ve en el
espejo de las elecciones internas del PSUV. Sabe que no movilizó ni a un 9
% de la población votante. Sabe que no tiene de dónde crecer y que si la
oposición se une (ojalá lo haga) perdería casi todas las gobernaciones y
alcaldías y que el costo político internacional de un fraude masivo sería
altísimo.
En Venezuela, a Dios
gracias, no hay la amenaza del Talibán a las puertas de Caracas, pero Maduro sí
sabe que a menos de 500 metros del palacio de Miraflores están los barrios más
grandes de América Latina y que algún día pueden sacudirse el polvo de
la pesadilla que vivimos, de las colas de la gasolina, del gas, de la falta
de vacunas, de la indolencia gubernamental y pueden llegar a tocar las puertas
de la casa de Misia Jacinta.
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