“3 EN 1" , LUBRICANTE CON ¿FUTURO ?

EL COLAPSO DEL INTERINATO Y EL FUTURO DE LA OPOSICIÓN - Manuel Malaver CHAVISMO APRUEBA PROYECTO DE LEY QUE CRIMINALIZA A LAS ONG ORTEGA, SOCIO DE MADURO YA  DISOLVIÓ MÁS DE 3.000 ONG EN NICARAGUA   - DW Manuel Malaver – Especial para EdC - Si no fuera por las multitudes de docentes que desde el lunes 9 de enero pasado tomaron las calles de Venezuela para protestar contra el salario de bambre que la dictadura de Maduro les ha fijado en 30 dólares mensuales, podría establecerse que la entronización del sistema socialista en el país sigue sin mayores perturbaciones y que dentro de poco seremos una segunda Cuba aunque con v´´iaas de escape que incluyen la frontera terrestre y los vuelos aéreos. Pero hay también focos de enfrentamientos y revueltas en la llamada “Zona de Hierro,” que tienen como centro a la ciudad de Puerto Ordaz o Ciudad Guayana, donde los obreros de las otroras prósperas empresas del hierro, el aluminio y la bauxita han tomado sus lugares de trabajo como punto...

DUQUE RETA EL ′MÉNAGE‛ DE LAS 3 TIRANÍAS

 

- LAS PROTESTAS DE CUBA RESUENAN EN VENEZUELA

- COLOMBIA MOVILIZA 14 MIL SOLDADOS A LA FRONTERA CON VENEZUELA

- EXILIO, CÁRCEL Y MUERTE: EL COSTO DE LA RESISTENCIA A LOS ORTEGA-MURILLO

- SIN OXÍGENO Y POCO MARGEN, EL RÉGIMEN CUBANO ENFRENTA INNOVAR O SUCUMBIR

- IVÁN DUQUE: "MADURO ALBERGA TERRORISTAS EN VENEZUELA, ES UNA AMENAZA PARA LA DEMOCRACIA DEL MUNDO" -  SOLICITÓ A WASHINGTON  DECLARAR A MADURO COMO “PROMOTOR DEL TERRORISMO. Advirtió que Iván Márquez, Romaña, El Paisa, Pablito y otros disidentes de las FARC están en ese  país

El Pablo Milanés de “Yolanda” critica la represión en Cuba



Concierto de Pablo Milanés en La Habana 2019 El cantautor  criticó  el domingo pasado  la represión y el hambre a los que está sometido el pueblo cubano por el "fracasado" Gobierno de de la isla, y se mostró confiado en que los jóvenes serán el "motor" de cambio en su país.

EDO - Osvaldo Sanabria  - La Transición...

Las protestas de Cuba resuenan en Venezuela

Ibsen Martínez – NYTimes  - Importantes observadores venezolanos estiman que la dramática ola de protestas que el 11 de julio estremeció sorpresivamente a Cuba afectará al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela y es anuncio de inminentes buenas noticias para mi país.

Para ellos, el colapso del régimen cubano es inexorable y creará ondas de choque que en el futuro inmediato harán inevitable el retorno de la democracia venezolana. Yo pienso, quizá demasiado lúgubremente, que todo ello es todavía mucho suponer.

¿Cabe esperar alguna incidencia directa de los sucesos cubanos en la política venezolana? Y, por otra parte, ¿habrá algo que la oposición venezolana pueda hacer para acercar el fin de la opresión que los regímenes aliados de Caracas y La Habana ejercen sobre sus pueblos?

Hallar respuestas a estas preguntas exige comprender la naturaleza y el alcance de los vínculos que, en el curso de más veinte años, han estrechado ambos países en los ámbitos económico, político y militar.

En 2012, el año estelar del Convenio Integral de Cooperación suscrito en octubre de 2000 por los desaparecidos Hugo Chávez y Fidel Castro, los subsidios y la inversión directa de Venezuela en Cuba alcanzaron un total de 16.000 millones de dólares, cerca del 12 por ciento del PIB de la isla.

La caída dramática de los precios del crudo en 2015, la corrupción y la ineptitud del régimen de Maduro y los estragos globales de la pandemia han mermado esos montos hasta casi la mitad.

La economía de la isla ha sido duramente afectada por la crisis venezolana y por los efectos negativos de la pandemia sobre el turismo. Sin embargo, aunque hoy vuelvan los ojos hacia Rusia o China, los planificadores del presidente Miguel Díaz-Canel no hallan todavía un socio comercial comparable a lo que ha significado Venezuela para Cuba en la era chavista.

Para Maduro, a su vez, nunca han sido tan importantes como ahora los acuerdos de cooperación militar con Cuba.

Firmados en 2008, estos otorgan a Cuba extremado control político sobre las Fuerzas Armadas Bolivarianas, ponen énfasis en la contrainteligencia, en el asesoramiento y entrenamiento del personal militar, en la presencia de oficiales cubanos en los cuarteles venezolanos y la vigilancia de los mandos venezolanos por los organismos de seguridad del Estado.

El dictador venezolano debe a Cuba gran parte del inconmovible apoyo del sector militar. Esto no es poca cosa si se considera que, desde hace casi veinte años y en más de una ocasión, figuras relevantes de la oposición han apostado sin éxito a que grandes movilizaciones de protesta ciudadana conduzcan a un pronunciamiento militar.

Todo ello explica que, pese al desplome de los precios y la producción del crudo, la honda crisis económica y la emergencia humanitaria venezolana, el flujo de petróleo venezolano destinado a Cuba no se ha interrumpido, aun desafiando las sanciones estadounidenses en vigor desde 2019.

La crisis política en Cuba sorprende a Venezuela con su población desmembrada por la emergencia migratoria más grave que jamás haya visto nuestro continente, castigada por la pandemia y la incuria de un régimen criminal, abatida por la pobreza y aterrorizada a un tiempo por el hampa y las fuerzas policiales.

Para colmo de males, una colectividad estragada por las penurias y la pandemia mira hoy con indiferencia, cuando no con aborrecimiento, a sus políticos.

La dirigencia opositora venezolana luce desconcertada en su conjunto, ensimismada en su afán de acudir a unas elecciones regionales convocadas, sin ofrecer condiciones razonables para el voto, por un régimen que viola de derechos humanos y políticos. Se suma a ello, la trágica propensión de la oposición venezolana a sobreestimar el alcance de los factores internacionales.

Tratándose de Cuba, la perspectiva inmediata no parece ser el derrumbe del régimen de La Habana seguido indefectiblemente de la debacle del chavismo-madurismo. Es más fácil pensar, al contrario, en que la represión y las violaciones de derechos humanos en ambos países recrudezcan, incluso que sean coordinadas binacionalmente.

Aun suponiendo que las protestas ciudadanas desencadenen en los meses por venir profundos cambios políticos y económicos en Cuba, mucho dependerá del tiempo y del factor humano que logre ponerse a la cabeza del admirable arrojo de los cubanos.

Como señalaba en un tuit el historiador cubano Rafael Rojas, depende también de la vocación ciudadana del descontento cubano y de la actitud de Estados Unidos que, felizmente, ya se manifiesta en sanciones individuales y en facilitar el acceso a internet.

Los adversarios de hoy en nuestra América —lo recordó hace poco Sergio Ramírez, al discurrir sobre su Nicaragua— no son otros sino la dictadura y la democracia. Se avecina un tiempo muy duro en el que las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua echarán el resto.

Para Maduro y Díaz-Canel es mucho lo que está en juego. Son aliados en la tiranía y “vendrán con todo”: extráiganse las consecuencias de ello para el futuro más que inmediato de nuestras dos naciones.

La hora cubana reclama a los políticos venezolanos imbuirse de realista gravedad y poner en juego más que declaraciones de condena a los esbirros y de solidaridad con los manifestantes. Deben ofrecer todo lo que verdaderamente esté a su alcance para arrimar el hombro.

El gobierno interino de Juan Guaidó, por ejemplo, podría elevar en su lista de prioridades el despliegue de su plataforma diplomática, reconocida por decenas de naciones, en un intenso activismo de alto nivel por los derechos humanos y políticos en la isla y acentuar así la presión de los gobiernos del mundo sobre La Habana.ADVERTISEMENT

Los venezolanos presenciamos con ansiedad el vuelco, impensable hace solo semanas, que la valentía de los cubanos ha dado a su tragedia, en poblaciones que en los vídeos parecen tan nuestras.

Urge avivar en nuestra gente la noción de que recuperar primero la transparencia del voto y la democracia plena en Venezuela es a la larga ganarla también para Cuba. Y no al revés.

- Ibsen Martínez es narrador y ensayista venezolano. Su libro más reciente es la novela Simpatía por King Kong.



Sin oxígeno y poco margen

Ramiro Pellet Lastra  - La Nación - Cuando más cosas pasan en Cuba, menos parece cambiar, siempre bajo el mando de un elenco estable de partido único que se las ingenia para perpetuarse en el poder.

El régimen de Miguel Díaz-Canel tiene un inquieto y eficiente sistema represivo, una de las pocas cosas que funcionan bien en la isla: militares, policías y agentes de inteligencia que sofocaron las protestas que se esparcieron por el territorio y luego fueron tras los rebeldes.

Gran parte de eso sucedió lejos de las cámaras. De hecho, luego de la exuberancia de las marchas, transmitidas al mundo por las redes sociales, la vendetta se hizo en cámara lenta, casi por goteo, buscándolos uno por uno, puerta por puerta, mientras se apagaba la señal de internet.

Muchos se preguntan qué salida le queda al régimen frente a este inédito repudio, del cual las protestas del 11 de julio pasado fueron su expresión más visible, pero que corre como un torrente subterráneo y más adelante, el día menos pensado, puede emerger como un géiser.

Atrás van quedando los renombrados sistemas de salud y educación, los grandes deportistas, las joyas turísticas y la vibrante cultura de la isla. Algunos hitos subsistirán, otros están en sus mínimos, y otros serán historia. Pero con certeza no bastan.

¿Acaso el régimen se aferrará a la respuesta meramente represiva, acentuando el carácter policial del Estado, como viene demostrando hasta ahora? ¿O ensayará cambios más profundos, de modelo económico y relación con un pueblo cansado de guerras ideológicas y penurias económicas?

Quienes conocen de cerca el marasmo cubano coinciden en que al gobierno no le alcanzará con una fuga hacia adelante, con más de lo mismo. 

El liderazgo comunista deberá ofrecer más que las viejas consignas de la hoz y el martillo, patria o muerte, libertad o dependencia. Y más también que detenciones, censura y propaganda.

“El régimen no tiene ninguna otra posibilidad viable que hacer algunas reformas que lo hagan más popular a ojos de los cubanos, eso a mi juicio es claro”, dijo a LA NACION un diplomático europeo con años de experiencia en La Habana.

“Pero ver qué tipos de reformas se van a incluir, hasta qué punto se va a abrir la economía al capital privado o el capital extranjero, hasta qué punto se va a permitir la libertad económica de los cubanos, creo que nadie puede preverlo en este momento”, añadió el diplomático.

Raúl Castro, continuador de su hermano Fidel como líder del régimen comunista, había abierto en su momento una vía de modestas reformas económicas. Del otro lado del mar, lo aplaudía y alentaba Barack Obama, que hacía también su parte para asentar el cambio. Pero llegó Donald Trump, con su línea dura, y la inercia ortodoxa del régimen volvió a su vez al comunismo más rancio.

Las protestas en La Habana pusieron al régimen en alerta

El retroceso de Estados Unidos a sus viejas trincheras, montadas en la Guerra Fría, le sirvió al régimen para retroceder a las suyas. Y ahora todo vuelve a ser culpa del “bloqueo”. Se corta la luz: el bloqueo. Hay que hacer largas colas: el bloqueo. Avanza el Covid: el bloqueo. Habrá que ver si no atribuyen al bloqueo la derrota de algún deportista cubano en los juegos olímpicos.

Retomar las reformas, de acuerdo, pero a saber cuáles, con cuánta profundidad, y quién las llevará adelante. Muchos analistas entrevén un cambio como el chino o el vietnamita, con apertura económica y cierre político. La idea no es nueva: de hecho los chinos se la plantearon a Fidel.

Pero el viejo dinosaurio en que se convirtió el régimen quizás ya no tenga muchas más alternativas. Será un cambio en ese sentido, el colapso absoluto o entregar el poder de una vez a la valiente disidencia. Pero esta última opción, según los especialistas, está absolutamente descartada en el imaginario comunista. No tendrían dónde ir, salvo que se suban a una balsa y arranquen a remar a Miami.

“La única solución que veo ahora es que el gobierno de Cuba abandone, como hicieron China y Vietnam, la idea de que la economía debería ser administrada mayoritariamente o abrumadoramente por el Estado. Lo que más se necesita es un sector privado que sea relativamente independiente del Estado, lo que significa que las corporaciones y las empresas deberían poder crecer, competir, exportar e importar, solicitar inversiones y contratar trabajadores directamente”, dijo a LA NACION el politólogo Peter Hakim, presidente emérito del Diálogo Interamericano, con sede en Washington.

De acuerdo con Hakim, es bastante probable que esas innovaciones cubran mejor las necesidades económicas y sociales de los cubanos, que viven uno de los momentos de más estrechez de la era revolucionaria. “Pero no convertirá a Cuba en una democracia ni en un país libre. El cambio económico puede comenzar a remodelar el panorama político, pero es muy poco probable que se produzca un cambio rápido en ese frente”.

Así que sería hora de tirar por la borda el Manifiesto Comunista de Marx, el Libro Rojo de Mao, los eternos discursos de Fidel -tiene el récord del discurso más largo en la ONU, de cuatro horas y 29 minutos- y abrazar por ejemplo el modelo de las exitosas burocracias asiáticas. Pero no tan rápido.

Así lo entiende el exembajador argentino en China, Diego Guelar, que ve a la actual dirigencia cubana, y a la administración a su cargo, como un enorme y avejentado elefante blanco, de ideas caducas y prácticas ineficientes, incapaz de avanzar en ninguna dirección.

“El sistema no generó una burocracia eficiente. Si hubiera sido así estaría dando los pasos hacia un caso prototípico como Vietnam. Pero no tiene personal competente. Tenés que transformarla en una burocracia que funcione y vaya habilitando actividades privadas”, dijo Guelar a LA NACION.

Para eso, añadió, se impone retomar el camino que comenzó con titubeos Raúl Castro. ¿Vendrá una lluvia de inversiones? Quizás sí, dados los capitales norteamericanos listos para invertir en Cuba, además de otros inversores extranjeros que verían oportunidades en la mayor isla del Caribe.

¿Vendrá también la democracia? Eso es otro cantar. Lo que está claro es que el politburó del partido se estará preguntando, ahora que necesita ideas, qué diría Fidel ante este tropel de incómodas novedades.

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