ALMAGRO: EL “TODO-O-NADA” DEL INFIERNO VENEZOLANO
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Ilus: Marvin Figueroa
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Ilus: Marvin Figueroa
► ALMAGRO,
MADURO Y LA COHABITACIÓN ENTRE VÍCTIMAS Y VERDUGOS – Manuel Malaver
“El país se encuentra en un infierno
sin salida ya que todas las fórmulas ensayadas hasta ahora proponen o la
continuidad de lo que está, bajo la sombra de cierta mezquina legitimidad, o
borrar todo lo que hay para empezar de nuevo”
Venezuela o la continuación de la Nada
Luis Almagro - Hace
unas semanas escribí un artículo sobre cohabitación y cogobierno en Venezuela
como un mecanismo para salir de la crisis política, social, económica,
productiva, humanitaria y migratoria en la que se encuentra el país. Valoro
enormemente la repercusión que tuvo (positiva y negativa). El concepto de por
sí no intentaba ser novedoso. De hecho ya habíamos presentado esta idea en el
2017, incluso nos habíamos tomado el trabajo de proponer las adaptaciones
institucionales que era necesario formular en función de esta propuestaEs claro
que Venezuela se encuentra en un infierno, un infierno sin salida ya que todas
las fórmulas ensayadas hasta ahora esencialmente proponen o la continuidad de
lo que está, bajo la sombra de cierta mezquina legitimidad, o borrar todo lo
que hay para empezar de nuevo. Las hipótesis que hablan de la primera
posibilidad son de continuidad y por lo tanto la repetición de todos los
errores y todos los problemas que enfrentamos ahora.
En cuanto al
concepto de “borrar todo”, verdaderamente tiene una gran dificultad y es pensar
que el chavismo desaparecerá de la faz de la tierra por generación o
degeneración espontánea, hipótesis que definitivamente no es realista.
Por otra parte,
tampoco estábamos proponiendo un mecanismo de asociación con criminales ni
entre criminales. Como referido en el artículo, lo pensamos como un sistema de
balances y contrapesos que sirviera para terminar con la corrupción, con las
violaciones de Derechos Humanos, con el narcotráfico, con las actividades de
minería ilegal y otras actividades delictuosas que reinan hoy en el país.
Por supuesto,
quiero que sea realizable y es responsabilidad de venezolanas y venezolanos que
así sea y también de la comunidad internacional que no necesariamente debe dar
por sentado y aceptadas todas las actividades criminales que se cometen en Venezuela o que
son inducidas a partir de Venezuela en el resto del hemisferio y del mundo.
De la nada al todo (y viceversa)
Esta parece ser la
definición política del sistema venezolano actual, todos quieren el todo y
prefieren la nada antes que ceder y renunciar a la posibilidad de tener el
todo. Como está el país desde hace tiempo, la disputa por el “todo” se
ha reducido a una lucha por “toda la nada”.
Sí, nunca he
conocido un país en el que tanta gente quiere ser presidente del mismo. Por
eso es más que necesario un sistema colegiado de gobierno como el suizo, como
la Constitución uruguaya de 1952. Sí esto tiene un problema, claro
está, imagínense las dos hipótesis anteriores de trabajo: borrar al enemigo
completamente, borrar al adversario político completamente. Por supuesto que en
ese marco, en ese contexto es imposible concebir una idea como esa.
Es por eso que hoy
tenemos un sistema por el cual a la presidencia autoritaria de Venezuela no le
importa qué magistrados nombra la Asamblea Nacional legítima, pues nombra a los
que les da la gana para tener su propio Poder Judicial.
No le importa si
existe una Asamblea Nacional legítima, de hecho, pues nombra o “elige” su
propia Asamblea Constituyente primero o su propia Asamblea Nacional luego.
La cooptación de
poderes se ha hecho de la peor forma por no existir un sistema de contrapesos y
balance en el Poder Ejecutivo; ello hizo que la cohabitación desde otros
poderes del Estado fuera imposible.
Entre venezolanos,
la noción de cohabitación se interpreta como una idea ignominiosa; implica complicidad
y connivencia. Esa es la cohabitación que existe hoy. Desde luego que
la propuesta que realizamos aquí no tiene nada que ver con eso, propone un
esquema garantista como el de las constituciones a las que hicimos referencia.
Implica compartir el gobierno, implica cogobernar, implica dar garantías de
probidad republicana y separación de poderes.
La Constitución uruguaya de 1952 tenía un sistema fijo de asignación de cargos en el Consejo Nacional de gobierno, no necesariamente en las mismas proporciones, pero eso es absolutamente fundamental para avanzar en una solución de legitimidad y gobernabilidad urgente para Venezuela. Para que nadie quede expuesto a manipulaciones de resultados electorales.
Los políticos
venezolanos le deben a su pueblo soluciones, le deben un gobierno legítimo que
tenga las efectividades conducentes para ejercer el poder, le deben a su pueblo
mucho trabajo, eliminar las lógicas criminales, le deben mucha probidad
republicana.
Si el plan sigue
siendo, cómo ha sido por más de 20 años, someter unos a otros, no va a
funcionar, como no funcionó en los pasados 20 años. Si el plan es eliminar al
chavismo, no va a funcionar, como no funcionó en los últimos más de 20 años.
Ahora bien, ¿tiene
esto un éxito asegurado? No necesariamente, hay gente que se está beneficiando
con las cosas como están y que solamente puede seguir ganando en un contexto de
gobierno ilegítimo/dictatorial, pues ¿de qué otra manera pueden continuar con las
actividades de narcotráfico, minería ilegal, contrabando y demás ilícitos?
Por supuesto que
hay gente dentro del régimen que va a perder mucho o va a dejar de ganar mucho
si esto se termina. Por supuesto que hay gente dentro de la “oposición” al
régimen a la que le ocurrirá lo mismo. Esto que proponemos es una
solución política y en el régimen son muy pocos los que quieren hacer política,
buena parte quiere seguir ganando dinero de la manera que está ganando
dinero.
Habrá que ver
entonces si en el régimen hay quienes quieran ser políticos y hacer política
todavía, o si simplemente su naturaleza criminal ha prevalecido y cooptado
completamente el funcionamiento del mismo. Admito el escepticismo de algunos al
respecto. Porque, claro, ¡qué importa que el país pierda si pueden seguir
llevándoselo todo!
Sí, claro, el
régimen puede seguir por este camino, continuar en el infierno en el que ha
hundido al país. Sí, claro, los políticos venezolanos que se oponen al régimen
pueden seguir esperando a que Maduro un día les deje ganar una elección y
puedan ser presidentes de Venezuela.
La primera cosa es
muy mala y la segunda, irrealizable por lo que hemos visto. De donde surge el
ejercicio de la política del todo-o-nada, lo cual hace que obviamente se tenga
que alternar entre esas dos posibilidades. Lo cual además implica costos muy
grandes para un país como Venezuela, para su sistema político e instituciones.
El todo-o-nada en el que está inmersa la política de hoy en día tiene muchos
problemas que obviamente tienen que ver con esa radicalización polarizada, con
la enemización inducida por esta necesidad de quedarse con todo o su
alternativa, la nada.
De esto surge una
ecuación a la que hemos referido ya varias veces. A veces 50% + 1 equivale a
100%. A veces el 30% + 1 o el 40% + 1 equivale al 100% y esas son variables que
definitivamente no tienen ninguna aplicación en la matemática, pero aún menos
su aplicación es admisible en la dimensión social, de las relaciones humanas y
de la política. La política es esencialmente buscar la mejor forma de servir a
través de los compromisos políticos y sociales, económicos, productivos,
acuerdos que amalgamen la más amplia gama de intereses que tienen que estar permanentemente
haciendo los que gobiernan. En la política los acuerdos tienen efectos
multiplicadores y dinamizadores exponenciales, dan la tracción necesaria para
soluciones sociales y productivas.
La acción de
prescindir de los demás intereses en la sociedad para hacer prevalecer los
propios es generalmente una forma de originar políticas de fracaso.
La opción de
quedarse con todo y prescindir de intereses de los demás, quienquiera que sean,
es el problema esencial de las dictaduras, cuyas prácticas son excluyentes.
La
redemocratización de Venezuela necesita a todas las fuerzas políticas y tiene
que representar la amalgama de todos los derechos de la gente y todos los
intereses nacionales. El camino más corto para legitimar la democracia es con
la participación de todos y la participación de todos requiere que sea en el
Poder Ejecutivo porque no han funcionado otras variables de cohabitación entre
Poderes como surge de la experiencia de años recientes.
Cuando hablamos de
cohabitación, cogobierno y contrapesos nos referimos no sólo a los poderes del
Estado y a los organismos de contralor sino principalmente al Poder Ejecutivo,
al brazo ejecutivo del Estado.
El “todo o nada” en
el que trabaja hoy la política venezolana se basa en la ausencia de esos
contrapesos. En un país sin contrapesos a nivel político, a nivel social, y a
nivel económico, el que gana el brazo ejecutivo del Estado se queda con todo.
Es necesario
transitar de un Estado para pocos, a un Estado para todos, no importa quién
tenga circunstancialmente el poder del Estado. La lógica del “todo o
nada” sólo se puede romper acordando contrapesos que aseguren que el brazo
ejecutivo del Estado deja de ser un trofeo para unos pocos para convertirse en
un paraguas para todos.
Por eso la
conceptualización de hacia dónde vamos es muy importante en la política, porque
el camino de un país, el sendero de un país tiene que ser una ruta para todos.
No puede quedar gente excluida, no puede haber gente que sea víctima de un
proceso si ese proceso es democrático. No puede haber gente que quede
completamente fuera del camino, o perecer al costado de la ruta, o que esperen
al costado de la ruta sin que nunca les llegue su oportunidad.
La lumpenización de la política venezolana
ha sido la más dramática del continente. La falta de principios y
valores ha llevado a que 6.8 millones de venezolanos hayan tenido que abandonar
el país, un exilio forzoso por la crisis humanitaria, por la crisis de
Derechos Humanos, por las violaciones sistemáticas de Derechos Humanos, por los
crímenes de lesa humanidad, por las actividades criminales de integrantes del
régimen los venezolanos han tenido que tomar las rutas que los alejaban del
país. El éxodo más grande del mundo junto al de Siria y Ucrania, pero
sin guerra ni desastre natural alguno.
Esa no es la mejor
forma de generar condiciones políticas en un país y no es la mejor forma de
democratizarlo. Un gobierno de un país debe resolver los problemas integrales
de su sociedad porque cuando estamos en una gestión de gobierno no nos debemos
a 1 ó 2 ni a 3 ó 4 ni a 5 ó 10, nos debemos en el sentido más amplio del
término pero también el más profundo a alcanzar el bienestar general, el
bienestar de todos. Obviamente que el régimen puede seguir gobernando para unos
pocos y esos pocos llevarse mucho sin que les importen las sanciones porque el
mundo es demasiado grande y siempre hay por dónde escapar a las mismas, incluso
Venezuela es demasiado grande para escapar de las sanciones allí mismo.
Obviamente que puede haber gente que siga soñando con exterminar el chavismo,
pero tampoco van por allí las soluciones realizables y reales.
¿Hacia dónde vamos?
es una pregunta recurrente en la política. Obviamente no debe distraernos la
pregunta si se sabe la respuesta, si se tienen claros los objetivos, si se sabe
que las metas son realizables para el bienestar general, si los proyectos se
van concretando. En la política hacemos permanentemente lo que podemos e
intentamos soluciones reales para un mundo real de gente real. Hoy Venezuela
necesita salir entre todos del infierno en el que está, una construcción
política entre todos, un esfuerzo hacia objetivos comunes hecho entre todos.
La noción de cohabitación subraya la necesidad de compartir el poder. Un sistema de gobierno colegiado es una expresión institucional posible. Funciona con contrapesos, no es un sistema de complicidad e impunidad, pues revertir la crisis venezolana requiere un nuevo compromiso político.
La mesa de diálogo entre la dictadura
y la oposición se encuentra suspendida
Seamos sinceros,
estos años ha habido ¨cohabitación¨ en Venezuela, sólo que de la peor manera y
por las peores razones. Compartir es contrapesar. La
cohabitación sin contrapesos puede transformarse en complicidad. El esquema de
cohabitación a discutir en un proceso de diálogo debe dar garantías de
contrapesos para quienes cohabitan. En caso contrario será una frustración más.
Sin un esquema de
compartir el poder desde su base, en el que se asegure una participación
efectiva del chavismo y del madurismo, de la gente de Guaidó y otros actores,
la acción conjunta y coordinada de objetivos comunes hacia el futuro, es
esencialmente imposible. El oficialismo debe asumir que sin la oposición la
sociedad venezolana seguirá resquebrajada, dividida, desintegrada social y
geográficamente, y la oposición debe asumir que excluir al chavismo y al
madurismo significaría una invitación perpetua a reproducir un sistema político
de suma cero.
Ninguna transición
es un proceso sencillo. Una de las tareas más complicadas, luego de la caída de
una dictadura, es conciliar los intereses de los distintos factores de poder
con el objetivo de garantizar la estabilidad política. Mi propuesta también
sugiere que Venezuela se mire en su propio espejo de experiencias de haber
compartido el poder.
“Cohabitación”, al
concepto se le puede dar una acepción literal o, de manera creativa, captar la
metáfora que el mismo contiene, en el sentido de que implica un ejercicio de
diálogo político real, de institucionalidad compartida, de poderes del Estado
compartidos.
En un esquema de
tensión permanente, tiene que estar tan detalladamente regulado que la mejor
fórmula sigue siendo la fórmula suiza de sistema colegiado. El ejemplo regional
es la Constitución uruguaya de 1952. Pero no soy partidario de exportar de
manera automática a otras realidades diseños institucionales surgidos en
contextos históricos y culturales específicos.
Compartir el poder
implica que entre un todo o la nada existan espacios intermedios. La noción de
mayoría se suaviza, las minorías se protegen. De la legitimidad inexistente o
dudosa se pasaría a una legitimidad posible. En el camino, se puede pensar
en mecanismos que apunten a normalizar la vida institucional del país para
re-institucionalizar una nación devastada. Esa debería ser la prioridad.
Que nadie se llame
a engaño, soy y seguiré siendo disidente de cada dictadura que tenga este
continente, sea Nicaragua, Cuba y Venezuela, los Videla, Pinochet y Goyo
Álvarez de estos tiempos. Aunque pretendan estar parados en otra dimensión
ideológica.
* Luis Almagro es
Secretario General de la Organización de Estados Americanos - OEA
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