Gustavo Petro, el clavo clave
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El exguerrillero asumirá la
Presidencia de Colombia el 7 de agosto. Expertos creen que, aunque es un hombre
de izquierda, se inclinará hacia lo racional y seguiría la línea de Alberto
Fernández, Andrés Manuel López Obrador y Gabriel Boric, quienes se han mostrado
en desacuerdo con las violaciones a los derechos humanos cometidas en Venezuela
y la vulneración de la democracia.
La promesa de restablecer las
relaciones consulares y diplomáticas entre ambos países genera expectativas y
también se envía una advertencia a la dirigencia opositora venezolana: se debe
renovar la estrategia política internacional porque, de lo contrario, seguirá
perdiendo espacio
"Santos es hoy el jefe de Petro": dice la senadora María Fernanda Cabal en SEMANA.
Petro: ¿socialismo o el 1er gobierno globalista de la región?
Manuel
Malaver - No le costará a Gustavo Petro mucho tiempo ni trabajo convertir a Colombia en la
nueva joya de la corona del “Socialismo de Siglo XXI” pues tiene en su frontera
norte a los promotores y fundadores del experimento y en la sur a un aventajado
discípulo que, aunque ha conocido tropiezos para su establecimiento, pronto
podría cumplir el sueño de Chávez de la instauración de una “Gran Colombia
Bolivariana y Socialista”.
Y así, se habrá dado otro paso -yo diría que gigante- en
el ensayo nacido de la primera reunión del “Foro de Sao Paulo” a mediados de
los 90, de postular a la América del Sur como la nueva tierra de promisión para
la restauración del socialismo marxista que se había desplomado con la caída
del Muro de Berlín y el colapso del Imperio Soviético.
Propuesta que no quería decir otra cosa de que se imponía
un cambio de táctica y estrategia para la conquista del poder y establecer un
modelo de socialismo que resultara un híbrido del sistema capitalista y el
socialismo proletario, de las instituciones democráticas y burguesas con las
que la práctica revolucionara fueran generando y estructurando.
El golpe de estado en Venezuela el 4 de febrero de 1992
comandado por un militar de bajo graduación antiimperialista y marxista, el
teniente coronel Hugo Chávez, se prestó idealmente para dar los primeros pasos
en lo que podríamos llamar las pruebas iniciales de laboratorio para analizar
“in vitro” el proyecto, pues si el golpe de estado de Chávez fracasó, le
permitió lograr una contundente pegada popular desde la cárcel y prepararse
para lograr la libertad y continuar acercándose al poder en la calle.
Ya conocemos que los primeros contactos del “Foro de Sao Paulo”
con Chávez no fueron antes del golpe de Estado del 4 de febrero del 92 y que
solo cuando el teniente coronel no pudo en una nueva intentona golpista el 27
de noviembre del mismo año, a comienzos del 93, agentes fidelistas de larga
data como los venezolanos Luis Miquilena, José Vicente Rangel y Manuel Quijada,
se acercaron a ofrecerle el apoyo del
socialismo cubano y su jefe, Fidel Castro y a convencerlo de que la vía en
Venezuela no era “militar· sino civil, pacifista y electoral, creando un partido
que se organizara para participar en el sistema democrático y constitucional
venezolano y llegara al poder a través de unas elecciones presidenciales.
También conocemos que Chávez ofreció alguna resistencia
porque había conocido y aceptado la tesis del politólogo nacionalista y
populista argentino, Norberto Soresole, quien en un folleto: “Caudillo, Pueblo,
Ejército” exponía la estrategia de llegar al poder por la fuerza y luego
gobernar como un Caudillo que se ganara el apoyo popular al estilo Mussolini, Perón
o Velazco Alvarado.
Pero la tesis ceresoliana no se mantuvo cuando al
acercamiento de Fidel Castro se unió el de las FARC y otros grupos guerrilleros
colombianos que significan apoyo militar y recursos financieros del
narcotráfico y así, el 6 de diciembre de 1998, Chávez resultó electo presidente
de la República de Venezuela.
Para al año siguiente empieza el plan de expansión hacia
el sur y la primera víctima, desde luego, es Colombia, país que mantenía una
guerra civil con las fuerzas marxistas de las FARC, el ELN y los carteles de la
droga y parecía que en 1999 era ya un fruto maduro para continuar con la
restauración del socialismo en la región y el renacer del sueño de una Gran
Colombia Bolivariana y Socialista.
Sería inexcusable no recordar que “la primera ofensiva
del chavismo” contra cualquier país fue contra Colombia y que la primera medida
del recien nombrado canciller “revolucionario”, José Vicente Rangel, fue
prohibir el libre tránsito por territorio venezolano de camiones de carga
colombianos autorizados para circular, según un acuerdo logrado en el marco de
la “Comunidad Andina de Naciones,” CAN.
Más tarde el
gobierno de Venezuela se declaró “neutral” en la guerra civil entre el
gobierno colombiano y las FARC y Chávez llegó a proclamar que Venezuela “no
limitaba” en su frontera occidental con la “república de Colombia” sino con
“las FARC”.
Pero más grave en el contexto de la confrontación
resultaría ser la intromisión descarada del chavismo en las conversaciones para
lograr un “Acuerdo de Paz” llevadas a cabo entre altos dirigentes de las FARC y
representantes del gobierno de Andrés Pastrana en la región del Caguán.
Ilegalidades que fueron denunciadas después del fracaso
de las negociaciones por un nuevo presidente colombiano, electo en los comicios
de mayo del 2002, el antioqueño Álvaro Uribe, quien se planteó, rápidamente,
que derrotar a las FARC era también derrotar la intromisión descarada de Chávez
en la política interna colombiana.
Puede decirse que la historia de las relaciones entre los
dos países a partir del ascenso de Uribe al poder, fue el drama de la guerra de
Chávez, las FARC, el ELN y los carteles de droga contra la democracia
colombiana y que si Uribe triunfó fue porque unió al pueblo colombiano con el
ejército y, de conjunto, derrotaron a las FARC, sacaron de juego a sus más
importantes comandantes, liberaron más de 500 de los 3000 rehenes que tenían
los irregulares en las selvas y se les incautó un poderoso equipamiento de
armas que en el curso de esta fase final de la guerra, no dejó de llegarles
desde Venezuela y enviada de puño y letra del entonces “Comandante en Jefe” de
la República Bolivariana de Venezuela: Hugo Chávez.
Quiere decir que Uribe pudo cumplir sus dos períodos en
la presidencia en mayo del 2010 confiado que había derrotado a las FARC, a los
carteles de la droga y a Chávez, si no deja como su heredero en la presidencia
a su ministro de la Defensa y principal ejecutor de sus políticas
antiinsurgencia, Juan Manuel Sánchez, quién, al otro día de ganar la presidencia,
llamó a las FARC a negociar la paz y bajo el auspicio del gobierno cubano y del
venezolano, firmó un Acuerdo donde se reconocía a las FARC como la vencedora en
la cruel y espantosa guerra que acababa de terminar, les donaba a sus
“comandantes” una recompensación en metálico de millones de dólares por aceptar
“pacificarse”, una representación en el Congreso de 30 diputados sin tener que
medirse en las urnas y las sujetaba a una llamada “justicia transicional” ante
la cual debían dar cuentas por los innumerables “Crímenes de Lesa Humanidad”
que habían cometido durante 50 años.
Desde luego que, los únicos compromisos del “Acuerdo” que
se han cumplido son los que convienen a las FARC, a los narcotraficantes y
demás subversivos y de aquí la inserción del narcosocialismo en la vida civil y
ciudadana colombiana, aprovechando tales ventajas para ganar la presidencia de
la República en unas elecciones que se realizaron hace una semana.
Por supuesto que la incógnita más importante a despejar
en el desarrollo de estos acontecimientos, son las razones que llevaron a
Santos (militante de vieja data del Partido Liberal, ministro de dos gobiernos
y miembro de “la” familia Santos, con
una firme representación en el consevadurismo colombiano) a dar el paso de
desmarcarse de la tradición democrática de su familia, los partidos
tradicionales y del país, para convertirse en un agente de la subversión
nacional e internacional y ser una causa decisiva en el ascenso de Gustavo
Petro al poder.
Y una primera tesis
habla de que Santos era un agente de la revolución cubana y de los
hermanos Castro desde una visita que realizó a La Habana a comienzos de los 90
y donde lo afiliaron a un trabajo de
inteligencia cuya misión básica era facilitar el ascenso de las FARC al poder.
La segunda tesis -y a la cual cedo más probabilidad-, es
que Santos fue captado en un momento de su trabajo como ministro de Gaviria,
Pastrana o Uribe, por las tendencias globalistas que desde multilaterales como
la ONU, la UE y el “Foro de Davos” impulsan corporaciones y ONG ligadas al
“Crimen Trasnacional Organizado”, donde se inscriben superpoderes como la “Open
Society Fundación”, la “Rockeller Fundación”, fondos como el “Black Rock y
“Vanguard”, familias como los Rothschild y trust como los que agrupan a las “Big
Tech” y las “Big Farm, las cuales sostienen que el orden mundial como está
concebido es inoperante, que los grandes problemas y crisis mundiales se
acumulan sin soluciones a la vista y habría que pensar en una estructura global
sin estados nacionales, democracias, partidos, fronteras ni microgobiernos que
no ven más allá de los intereses de sus miembros y países.
Está también el problema de una sociedad con conflictos
derivados del no recococimiento a los derechos de minorías que no se asumen en
su apariciencia física y quisieran asumir el sexo a que los inclina su
psicología (la ideología de generación), o romper el nudo de la familia natural
para hacerla más amplia y definir el aborto de seres humanos ya engendrados
como un derecho y no como un delito.
Todo tipo de parejas podrían haber según el globalismos,
y de uniones y de convivencias.
Cambios, transformaciones que podrían ser más fáciles de
resolver en un mundo sin fronteras y un
solo gobierno y una agenda como la elaborada en el “Foro de Davos” hace dos
años, conocida como la Agenda 30-30 y de la cual se piensa saldrá un “Nuevo
Orden Mundial”.
Desde luego que una Colombia sin democracia, estado,
partidos ni caudillos es muy importante en lo que también se llama el “Nuevo
Reseteo” del mundo, ya que con la legalización de la enorme producción de
cocaína que se ha multiplicado por 4 desde que comenzó el “Acuerdo de Paz”, mejoraría
exponencialmente sus ingresos, mientras le permitiría a empresas como las de
George Soros acumular un inmenso poder económico que superaría al de las
petroleras y al de las tecnológicas y a Juan Manuel Santos emerger como una
suerte de virrey de la Aldea Global.
Entre tanto, el presidente electo, Gustavo Petro, piensa en los planes para adelantar su trabajo que a lo mejor tiene poco o nada que ver con socialistas cavernarios como Maduro, Ortega y Díaz Canel y mucho con esta nueva visión de ver el mundo donde los problemas políticos, económicos y sociales ya no son tan importantes y si estar alerta y participar en guerras que como las de Ucranía y Rusia tratan de darle otra forma al mundo.
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