POR LOS REALES “DIALOGAN” HOY CONCHUPANTES Y DELINCUENTES
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Gerardo Blyde_el noruego director del Centro Noruego para la Resolución de Conflictos NOREF Dag Nylander y Jorge Rodriguez- AFP
► ELECCIONES
Y URGENCIA ENERGÉTICA FUERZAN REGRESO AL DIÁLOGO: ANALISTAS
►
CNN:- EL PAPEL DE EE.UU.,
LAS SANCIONES Y LA SOMBRA DE ALEX SAAB: LO QUE SABEMOS DEL DIÁLOGO
► POR FAVOR, SONRÍA A SU VERDUGO: SON US$ 2.700 MIL MILLONES - El Nacional
► INVITARON A “NEGOCIAR” AL FORAJIDO DE MADURO – Manuelo Malaver
La
presión internacional para resolver la legitimidad presidencial en
Venezuela ha sido determinante para el diálogo.
La aprobación de una licencia más amplia para empresas petroleras en
Venezuela depende del buen desarrollo de las negociaciones.
Un desfalco con ramificaciones globales
Fiscalías y parlamentos de 21 países han iniciado o concluido 86 investigaciones sobre casos de corrupción asociados a los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Chavismo INC. examinó cada una de esas causas y encontró una trama de sobornos, contratos privilegiados y lavado de dinero que permitió que millonarios flujos de recursos públicos originados en Venezuela se dispersaran por todo el mundo – Chavismo Inc
Por favor, sonría a su verdugo: Son US$ 2.700 mil millones
El Nacional - Dicen los reportes publicados por la prensa
internacional que los acuerdos básicos para el inicio de las negociaciones
entre el régimen de Maduro y la oposición democrática están listos.
Las dos cuestiones
operativas han sido definidas: comenzarán en México, el 26 de noviembre. A
partir de ese momento, los encuentros se realizarán cada 15 días. Más
sustantiva es la cuestión del mediador, que estará bajo la responsabilidad del
gobierno de Noruega.
Hay que recordar
esto: la oposición democrática venezolana llega a estas jornadas de
negociación, una vez que ha sido sometida a un largo proceso de presiones por
gobiernos de América Latina y Europa, entes multilaterales y numerosos factores
políticos. Los amigos de los eufemismos prefieren afirmar que han sido
persuadidos.
Una visión descarnada
de los hechos obliga a reconocer que han sido puestos contra la pared, bajo la
amenaza de que si no se sientan a la mesa de negociación, perderán el resto del
frágil y exiguo apoyo político y legal que todavía mantiene con vida al
gobierno interino y, en líneas generales, a una oposición a la que, en el plano
internacional, se la reconoce como el representante político de la inmensa
mayoría del país.
Las noticias nos
anuncian lo siguiente: que uno de los puntos clave de la negociación será el desbloqueo de 2.700 millones de
dólares, para que Maduro lo invierta en el sistema eléctrico, el sistema de
salud y en otras cuestiones prioritarias.
Las preguntas caen
sobre nuestras cabezas, como caen las cosas a tierra atraídas por la fuerza de
gravedad: ¿cuál es la probabilidad de que una parte sustantiva de esos recursos
no sean robados?
¿Qué garantías hay de que no serán utilizados
para financiar más represión, más tortura y más redes de espionaje? ¿Quién
determina cuáles, entre los miles y miles de graves problemas que tiene el
país, son los prioritarios?
Pero lo dicho es solo
la parte visible del iceberg. Lo más alarmante es que, hasta ahora, nada se dice de lo que la sociedad
democrática venezolana obtendrá, por ejemplo, si levanta los controles de
esos 2.700 millones de dólares.
¿Maduro ordenará la liberación inmediata de todos
los presos políticos?
¿Revertirán las medidas de cierre de centenares de
emisoras de radio y televisión?
¿Permitirán la convocatoria a un proceso electoral
libre, transparente, equitativo y que incluya la participación de los
venezolanos que viven fuera del país?
Cierto es que las
partes que participan en una mesa de negociación deben evitar comunicar en la
esfera pública cuáles son sus objetivos y sus estrategias. Toda negociación
debe, por principio y para hacerla viable, velar por la confidencialidad de la
misma.
La alarma presente en
la sociedad venezolana no es arbitraria. No solo se fundamenta en el largo
expediente de mesas de negociación fallidas, que solo han servido para que
Maduro obtenga tiempo para fortalecerse en el poder.
La otra cuestión
sustantiva es el absoluto desequilibrio y total falta de correspondencia entre
las aspiraciones de Maduro y los suyos, y las que constituyen el interés de la
sociedad venezolana.
Mientras la oposición
reclama la restitución de derechos vigentes en la Constitución ―respeto a los
derechos humanos, derecho a disentir, a expresarse, a ejercer la política en
libertad, al debido proceso, a igualdad ante la ley, a vivir en un sistema que
asegure la división y autonomía de los poderes públicos―, el petitorio
gubernamental habla de su precariedad esencial: dinero, impunidad, inmunidad
internacional, liberación de sus socios delincuentes.
Estos son, en lo
esencial, los componentes principales de la escena que se pondrá en marcha el
26 de noviembre. Nos equivocaríamos si pensáramos que la viabilidad o no de la
mesa de negociación depende de la estrategia o astucia de los negociadores de
la oposición democrática ―que estarán obligados a sonreír al verdugo ante las
cámaras―.
No. Dependerá de qué
harán las distintas fuerzas internacionales que se han puesto de acuerdo para
imponer la mesa ―Biden, López Obrador, Petro, Borrell y tantos otros― cuando sea inequívoco que Maduro no está
dispuesto a conceder ni un palmo de terreno a la legítima aspiración
democrática venezolana.
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