EL DÚO DEL SAQUEO IMPLACABLE
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Lula da Silva y Hugo Chávez
► EL CASO
ODEBRECHT EN VENEZUELA
► COMPLETÓ
SÓLO 9 DE 33 OBRAS EN VENEZUELA
► JUICIOS SUSPENDIDOS Y NINGÚN IMPUTADO POR CORRUPCIÓN
► ODEBRECHT – “UNA ORGANIZACIÓN PARA CONSTRUIR CORRUPCIÓN” - PDF La Fiscal General. Luisa Ortega Díaz, quien dice tener los contratos, afirmó que estos alcanzan los US$ 30.000 millones.
iIus: Marvin Figueroa
NICOLÁS
MADURO, SENTENCIADO A 18 AÑOS DE CÁRCEL
El 19 de agosto del 2017 la fiscal general hace la denuncia contra Nicolás Maduro a través de un audio difundido por la fiscalía
mexicana de Puebla en el caso Odebrecht sobre sobornos, unos 98 millones de dólares habrían recibido entre el 2005 y el
2015. esto la empuja a huir del país saliendo de la península de Paraguaná en
un yate hacia Aruba y luego a Colombia.
La Fiscal y otros 64 fiscales
venezolanos estaban prohibidos de salir del país.12 El 15 de agosto de 2018, el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela en el
exilio sentenció al
presidente Nicolás Maduro a 18 años y 3 meses de prisión en
la Cárcel de Ramo
Verde por los delitos de
corrupción que se le imputaron, además de ordenar
el pago de 35 mil millones de dólares por el daño al patrimonio público del
país. La sentencia no ha sido ejecutada aún, pues el régimen de Maduro tan
solo reconoce al Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela.
Lula y Chávez saquearon a su gusto las riquezas venezolanas.
Manuel
Malaver - Se llamaban hermanos, les gustaba aparecer abrazados y
durante los años que estuvieron, uno en la presidencia de Brasil y el otro en
la de Venezuela, puede decirse que forjaron una amistad de hierro que ni la
desgracia política, ni la muerte física lograron alterar.
Una suerte de atracción fatal o fusión reloaded que,
después reveló, fue la ocasión de una inauditable corrupción generalizada que
los involucró a ellos, sus países y las élites que los rodeaban.
Sin embargo, eran algo disímiles en lo ideológico, pues
mientras Lula practicaba una versión de socialismo light, cercana a la que Felipe González ensayó en
España, Chávez fue derivando hacía un marxismo ortodoxo de signo stalinista y castrista, intolerante
y estatocrático, más afín a su
naturaleza caudillista, militarista y dictatorial que aspiraba, incluso, a
fundar una dinastía.
Lula fue obrero metalúrgico, pero de los de verdad, de
los que hacían horarios y huelgas en su Sao Paulo natal en tiempos de los
generales dictadores de los 70 y 80, en cambio que Chávez, viniendo de una
pareja de maestros rurales, nunca llegó a ser realmente nada, pues ni el
campesinado, ni la milicia, dejaron huellas perdurables en su vida.
Otra diferencia venía
por los estilos, pues mientras Lula podía lucir discreto, afásico y
disfuncional, Chávez era el propio atorrante, inflado, echón, ampuloso, de una
oralidad rayana en la paranoia, mentiroso y fabulador y decidido a trucar
verdades y mentiras con tal de procurarse unos aplausos, algunos “vivas”. “Delirio” es una palabra que podría develar
muy bien la misteriosa relación entre estos dos hombres y la atracción que,
quizá sin quererla, proponérsela, ni concientizarla, fue arrastrándolos de
conjunto a uno de los fracasos históricos más colosales de todos los tiempos y
que, si bien a uno le significó la muerte física y al otro la política, no hay
dudas que los dejó en el mismo basurero.
Chávez soñaba con convertir a Venezuela en el nuevo
centro restaurador de la revolución y del socialismo mundial, con Caracas
pasando a ser la nueva Habana, Moscú o Pekín, y él, el también llamado
“Centauro de Sabaneta”, devenido en una suerte de Lenin. Stalin, Mao o Fidel
redivivos ante el cual tendrían que rendirse los pueblos, las naciones y los
imperios.
En cuanto a Lula, sus aspiraciones eran más modestas
(obrero él) y jamás habría pensado realizarlas por el lado de la revolución y
el socialismo que consideraba utópicos,
inviables, y definitivamente anacrónicos, pero si, como buen brasileño y
del corinthians, una vez en el poder, lo acometió la insania de despertar al
gigante dormido y ponerse al frente de la cruzada que, al fin, lograra que el
imperialismo de la samba y el fútbol dejara de ser una promesa.
Chávez andaba buscando un imperio, una supra organización
política, económica y militar que se prestara a enfrentar y sustituir en la
región a los odiados, democráticos y
capitalistas Estados Unidos de Norteamérica, de modo que, cuando el primero de
enero del 2003, Lula fue electo presidente de Brasil, el militar retirado establece que, no solo se
ha encontrado con un imperio sino con “un imperio socialista”.
Puede entonces decirle a sus huestes de dentro y fuera de
Venezuela, que no solo ha sonado la hora de la revolución y el socialismo, sino
de la emergencia de su gigante político, económico y militar que llevaría a
Suramérica a la tierra prometida y estaba presto a encabezar el
Armagedón que desaparecería a los yanquis de la faz de América y de la tierra.
Ahora bien, un imperio, subimperio, o transimperio para
ser tomado en serio debe contar con expansión territorial, comercial,
económica, financiera y tecnológica y a suplir todas estos déficits o carencias
llegó el ciclo alcista de los precios del crudo (2004-2008) que , en Venezuela,
en su momento de mayor auge, alcanzó los 128 dólares el barril y aportó los
recursos necesarios para que Chávez cumpliera la aberración que lo persiguió
toda la vida: ser un colonizado incurable.
Es imposible describir en unas pocas líneas el vértigo
que se apoderó de socialistas venezolanos y brasileños, de Chávez y de Lula,
para que Venezuela despachara las relaciones económicas y comerciales que por
décadas –y casi siglos- había sostenido con otros países extranjeros, y en
particular con los Estados Unidos, y pasara a sustituirlas por un nuevo
empresariado y sus empresas, de los cuales, hasta hacía unos años, no se tenían
noticias.
Pero gigantes de la industria de la construcción como
Odebrecht, Camargo Correia, Andrade Gutiérrez y Queiroz Galvao asentaron reales
en Venezuela y puede asegurarse que ya para el 2007 dominaban el 70 por ciento
de las contrataciones que se realizaban
en el país para acometer el emplazamiento o reemplazamiento de las obras de
infraestructura que el país pedía a gritos.
En general, fueron acuerdos logrados en el marco de la
opacidad que puede caracterizar las relaciones económicas y comerciales entre
dos países “socialistas”, pero informaciones surgidas de las pesquisas de la
“Operación Lava Jato” -la misma que se implementó para llegar al fondo del
involucramiento de Lula y Dilma Rousseff en la corrupción de Petrobras-, tanto
como 20.000 millones de dólares habían
sido lanzados en las fauces de las llamados “cuatro joyas” del capitalismo
carioca por Chávez y Lula hasta el 2014.
Una minucia si nos dirigimos a los negociados por
importaciones de carne de Brasil a Venezuela, comestibles de todo tipo,
electrodomésticos, manufacturas, máquinas herramientas y materias primas semi
elaboradas de la metalmecánica que es, o era, otro de los fuertes de la
diversificada industria brasileña.
Pero fue en las transacciones petroleras, y en el esquema
de las relaciones de PETROBRAS-PDVSA, de las dos estatales de los
hidrocarburos, donde se gestaron los
mayores escándalos de la dilapidación de los recursos que ingresaron al país
como producto del ciclo alcista de los precios del crudo y, en el cual, oleoductos, gasoductos y refinerías que
siempre empezaban finándose y jamás construyéndose, creemos que se operó el esguace mayor de las riquezas
venezolanas.
En
definitiva que, calculamos que no menos de 200.000 millones de dólares fueron
transferidos del tesoro venezolano a los buitres brasileños que, extrañamente,
no estaban constituidos en su mayoría por burócratas del tipo Marco Aurelio
García y José Dirceo, sino por magnates del capitalismo más agresivo como
Marcelo Odebrecht y Otavio Marques de Acevedo.
Lo cierto es que, en la historia de la relaciones
internacionales, jamás se había visto a un gigante haciendo de comparsa a un
enano y eso fue exactamente lo que ocurrió con el Brasil de Lula da Silva
plegado sumisamente a todas las aventuras y delirios que podían estallar en la
cabeza alocada de Chávez, que se extendían por la región y el mundo y causaban
no poco asombro por lo que era un maridaje contra toda lógica y natura.
Pero los negocios eran muchos, demasiados, como puede
establecerse de que solo en el 2007, Odebrecht, le puso el guante a cinco
grandes obras de infraestructura, como fueron “las líneas 2 y 3 del Metro de Caracas, el Metro de Los
Teques, el Metro de Guarenas-Guatire, la hidroeléctrica Tocoma y las obras
civiles para implementar el Metro Cables de San Agustín del Sur”.
En total, dicen los papeles de la “Operación Lava Jato”,
Odebrecht podía estar ejecutando, para el 2014, 32 proyectos, que en su mayoría
se caracterizaban por la “imprecisión de los costos, y calendarios de ejecución
y entrega abiertos, sin fecha fija”.
La línea 2 del Metro de Los Teques, por ejemplo, se
inició en el 2007 y debía entregarse en octubre del 2012, pero todavía en
febrero del 2015, la Comisión de Finanzas de la AN, tenía que aprobar un
crédito adicional para el Ministerio de Transporte y Obras Públicas por 2.500
millones de bolívares para completar la estación “Independencia” de la Línea
2, y quedan otras cinco por terminar.
Pero
Odebrecht, es una de las “cuatro joyas”, ya que si nos detenemos en las
andanzas de Andrade Gutiérrez, Camargo Correía y Queiros Galvao por el saqueo
de las riquezas venezolanas, no hacemos sino
cortar la respiración por la voracidad, rapacidad y cinismo con que el
capitalismo brasileño entra en el despojo de un país con enormes carencias y
que, simplemente, transfiere los recursos para su desarrollo a unos pillos.
Y aquí volvemos a los “hermanos”, “socios” y “compinches”
Lula da Silva y Hugo Chávez, socialistas y revolucionarios, a las puertas de
una prisión que pagó por cuatro años el primero y en el otro mundo el segundo,
y la gran pregunta es: ¿qué los llevó a ejecutar la ruina de Venezuela, el
hundimiento de Brasil en la peor crisis moral de su historia y a aplicarle la
que sin duda es la estocada final para la utopía que se llamó o llama
“socialismo?
Sin duda que la palabra clave vuelve a ser “los
delirios”, y la otra, “la corrupción” con que se lucraron personalmente, a sus
familiares y relacionados y a las maquinarias políticas de las cuales pensaron
eran las vanguardias para la resurrección del socialismo y de todas las
distorsiones y desequilibrios humanos que le son inseparables, inevitables y
consustanciales.
Para demostrarlo las “burguesías rojas” que deja el
lulismo y el chavismo en Brasil y Venezuela, y que difícilmente serán objeto de
las razias judiciales que se les vienen encima, porque nada complace más a un
empresario latinoamericano populista que ser mantenido por estos
revolucionarios tontos, fatuos y carne de prisión.
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