PETRO O EL NARCOSOCIALISMO ECOLOGISTA
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O EL NARCOSOCIALISMO ECOLOGISTA Y GLOBAL HACE SU ENTRADA – MANUEL MALAVER
► PETRO EN LA ONU: ‘MEZCLÓ PERAS CON MANZANAS’ AL
COMPARAR LA COCAÍNA CON EL CARBÓN Y EL PETRÓLEO
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► LAS 10 CURIOSIDADES DEL DISCURSO DE PETRO ANTE LA ONU
Petro
o el narcosocialismo ecologista y global hace su entrada
Manuel
Malaver – Especial DdC:- Es duro decirlo y quizá anticolombiano
y antivenezolano afirmarlo, pero con Gustavo Petro nace un nuevo vástago de la
ubérrima cepa “grancolombiana”, de aquella que nos enseñó Hugo Chávez nació y
creció para poblar la América del Sur de profetas, caudillos y salvadores que
llevarían la justicia, la paz y la igualdad a la región, al continente y
¿porqué no? al planeta.
Porque el recién electo presidente por un 45 por ciento
de electores colombianos -al igual que su mentor e inspirador, el petrodictador
Chávez-, no recibió la comanduría que el miércoles lo llevó a la Asamblea
General de la ONU a pronunciar su primer discurso, para conformarse con admitir
que no recibió una misión sino un trabajo y que el mismo se reduce a tratar de
ayudar a 40 millones de ciudadanos a salir de la pobreza, a darles una mano
para que mejoren sus salarios, su educación y su salud y no por diez, veinte o
cuarenta años, sino por unos cortos cuatro que es lo que dura el período
presidencial en el vecino y hermano país.
Pero Petro en la ONU (y en su primer discurso) no le
habló a los neogranadinos, ni a los sudamericanos sino al mundo, al planeta, al
cosmo, al universo, a los 7500 millones de seres humanos y ádlateres que
(pensó) podían estar aprovechando la oportunidad de sus vidas.
De ahí que, en aquellos 20 minutos que pudo durar su
alocución, Petro no habló sino de “verdades”, “certezas”, “rotundidades”,
“dogmas”, “tesis” y “doctrinas” confirmados por la teoría y la práctica, la
intuición y el laboratorio y, ante los cuales, no cabe sino actuar con la
velocidad y el afán que dicta la agonía de quien grita que “no hay dudas de que
estamos ante un nuevo fin de los tiempos”.
¿Cuánto tiempo, cursos y recursos, grados y posgrados,
asesorías y asistencia a Universidades e Instituciones especializadas en el
tema había sustraido a sus actvidades políticas para llegar a tan alarmantes y
escandalosas conclusiones? No lo dijo.
¿Y cuáles sus experiencias luchando entre lodazales, olas de mosquitos, rugidos
de tigres y el acecho de indígenas, contrabandistas y narcoguerrilleros que no
aceptan la violación de sus territorios?
Tampoco.
Solo conocemos por la iluminación de este profeta que la
especie humana no está a milenios, ni siglos de la extinción, sino de unos
escasos 70 o 50 años, porque los efectos del cambio climático corren con tal
velocidad, están tan a la vuelta de la esquina, que ya, y con toda propiedad,
se podría parafrasear al difunto astrofísico inglés, Stephen Hawking, cuando se
lamentó poco antes de dar su último aliento,
“que la humanidad hubiese perdido tanto tiempo al no continuar la
búsqueda de otro hogar en el Cosmos”.
Y por ahí se largó Don Gustavo, que todo sabemos no
domina una sola de las llamadas ciencias de la futurologia, digamos algo así
como la ingeniería ambiental que le hace seguimiento al comportamiento del
clima y el crecimiento poblacional, sino con lo único que Dios lo trajo al
mundo, que es la voz de un político y
guerrillero graduado en economía que, por cierto, se trata de una de las
combinaciones de saberes más peligrosas a la hora de perderse en equivocaciones
y pronósticos ricos en imaginación y pobres en cifras.
Pero nada que parara aquella ave de mal agüero, que dejara
entrever en un solo párrafo que lo del “Cambio Climático” es una teoría que
divide a muchos especialistas en las universidades más calificadas del mundo y
que lo más acertado es afirmar que si hay pruebas que aseguren que un “Cambio
Climático Planetario” está en marcha, también las hay para sostener que son las
mismas de siempre solo que infladas por las aparición de las redes y la
Internet.
Para el profeta Petro al contrario, está aquí, frente a
nuestros ojos y arañándonos las espaldas y es una verdadera pérdida de tiempo
no estar ahora en la Amazonía, en la Cordillera de los Andes y los Himalayas,
en vez de estar en Nueva York diciendo y oyendo discursos y viéndose los ómbligos.
“Es necesario actuar, y actuar ya, porque nos queda poco
tiempo y atacar las causas, verlas de frente, identificarlas y precisarlas y
convertirnos en un ejército de soldados de la luz que derroten la oscuridad”
parece que dijo o sugirió decir en algún momento.
Y las causas no son otros ni otras que la oprobiosa
hambre y sed de dinero que infesta al capital, a los capitales, que años tras
años invaden nuestra selva amazónica, destruyen su riqueza y diversidad y donde
antes había agua, ahora hay sequedad, donde antes había pájaros y colores ahora
hay llanto y sombras, donde antes había vida y paz, ahora hay muerte y guerra.
Y ya en este deslizamiento de su barroca y ampulosa
perorata nos revela Petro el descubrimiento de unos nuevos jinetes del
Apocalipsis, que no son otros que el petróleo, el carbón y la coca, los
luciferes que despiertan la codicia de los que no entienden que la civilización
no puede alimentarse con la destrución y recorren la Amazonía para extraer de,
un lado, estos fósiles que tanta contaminación trasmiten a la atmósfera, y para
procurarse, del otro, la hoja sagrada de los Incas cuyo consumo los ha
exclavizados y zoologizados.
“Por que con el petróleo y el carbón prenden sus
industrias contaminantes y movilizan los ejércitos con los que se dirigen a
desatar guerras como las que ahora se hace en Ucrania y antes en Irak,
Afganistán y Siria”
Pero con la coca, se puede deducir del esoterismo
pietrista, los enviados del Mal tienen una relación ambigua, porque, de un
lado, la requieren para satisfacer la adicción que les genera el ocio, y del
otro, persiguen, apresan y matan a sus cultivadores porque son ellos los que
quieren controlar el negocio.
Aquí si podría uno atreverse a corregirle al “Iluminado
de Ciénaga de Oro” que en la Amazonía no se consiguen yacimientos de petróleo y
carbón y mucho menos se cultiva coca, por lo que resulta claro que, para
combinar una inquietud común al planeta cómo es proteger su más grande pulmón
vegetal, la Amazonía, con su interés particular y pecuniario de que el cultivo
de la coca crezca y se convierta en uno de los pilares de la economía, Petro
construye una fábula política que con razón no cuenta con cifras, estadísticas,
ni hechos reales.
En cuanto a las guerras que presuntamente se han librado
por el petróleo y el carbón en el siglo pasado y el actual, habría que
recordarle al recién electo presidente colombiano que la guerra de Irak (que no
fueron una sino tres) se hicieron para contener a uno de los dictadores más
feroces de la historia, Saddam Hussein (1937-2006), que oprimió a su pueblo
durante 24 años (1979-2003), invadió y mantuvo una guerra de 8 años contra Irán
(1980-88), otra por la ocupación de su vecino Kuwait en 1990, y apoyó a grupos
terroristas nacionales y extranjeros que persigieron chiitas, kurdos y sobre
todo, para ejecutar atentados suicidas contra Israel.
Sobre Afganistán, Petro debería recordar que se hizo
imprescindible invadirlo porque desde los 90 fue tomado por una banda de
fundamentalistas islámicos, los Talibanes, que inspirados por un asesino en
serie internacional, Osama Bin Laden, no solo le impusieron a los afganos una
tiranía donde las mujeres fueron reducidas a esclavas, sino crearon una
organización internacional para el terror, Al Qaeda, que se resposabilizó del
asesinato de 3000 norteamericanos en el atentando del la “Torres Gemelas” de
Nueva York el 11 de septiembre del 2001.
Siria es más reciente y su guerra no tuvo nada que ver
con el petróleo, el carbón y la coca, sino con un intento de un grupo de
demócratas sirios de exportar la “Primavera Árabe” que se había iniciado el 17
de diciembre del 2010 en Túnez, y derrocar la dictadura de la familia Assad que
ya llevaba 40 años en el poder, dando lugar a un proceso donde intervinieron
los ayatolas de Irán, el recién creado Estado Islámico, Erdogan de Turkía, un
poco la Otán y al final Barack Obama, que no hizo nada pudiendo haberlo hecho
todo para evitar que continuara en el poder
el tirano, Bashar al Assad, que aun reina, pero entre escombros.
De modo que, la única de las guerras que menciona Petro
que si tuvo lugar y en la cual, no solo fue testigo sino soldado, es la guerra
entre los carteles de la droga, las FARC y el estado colombiano, que se inició
a comienzos de los 80, si produjo muertos que pudieron acercarse al millón,
cientos de miles de desaparecidos, secuestrados, heridos y perseguidos y aun
hoy es un gran problema político, social y humano que tiene y debe centrar los
esfuerzos de cualquier presidente que se proponga recuperar y echar adelante a
Colombia.
Petro, al contrario, proclamó en la ONU que la “guerra
contra las drogas está perdida”, que continuarla es luchar contra un mal menor
porque solo produce unos pocos muertos por sobredosis y que la consigna es,
entonces, una reconciliación con los
cocaleros, proteger sus cultivos y de hecho convertirlos en el eje de una
Colombia ecológica, racional, socialista e incorporada a las nuevas corrientes
mundiales del progreso y el desarrollo.
Petro pudo haber terminado aquí y haberlo dicho todo,
pero los silencios dicen mucho y en este caso no dejaron dudas que estamos ante
un militante de “La agenda 30-30”, del Nuevo Orden Mundial y del Globalismo que
proclaman una vuelta a la tierra y al decrecimiento económico, en la cual, la
legalización de los cultivos de la sagrada hoja de la coca conduzcan a la
legalización de la cocaína, y por esa vía, unos cuantos trust y fondos
capitalistas mundiales pasen a dominar un mercado de 400.000 millones de
dólares anuales para así continuar, no solo controlando la ONU sino a los
demócratas como Trump, Bolsonaro y Alvaro Uribe que se les opongan.
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