SILENCIO,…QUE EL MÚSCULO DESCANSA
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► LA “NUEVA ECONOMÍA” DE MADURO: COCAINA,
CASINOS Y CRIMEN
► VENEZUELA SUPERA A
HAITÍ COMO EL PAÍS MÁS POBRE -
LA POBREZA LLEGA AL 94,5% - PROVEA
► MADURO TIENE -TODAVÍA- 5% DE APROBACIÓN
► LA ENCRUCIJADA DE MADURO – HUMBERTO GARCIA LARRALDE
“Silencio en la noche , ya todo está en calma, el músculo duerme
la ambición descansa – Carlos Gardel “Silencio”
¡LA
ECONOMIA Y LAS PRIMARIAS, ESTÚPIDO!
Julio
Castillo Sagarzazu - La
evolución del ser humano ha sido prodigiosa, la manera como se han organizado
las proteínas ha dado lugar a un individuo que puede mascar chicle y caminar,
al mismo tiempo.
Un dirigente opositor venezolano es lo que debería hacer
en este momento.
¿Por qué? Pues porque todos hemos sido testigos de una
realidad apabullante los últimos días. Mientras los dirigentes de las fuerzas
democráticas se devanaban los sesos sobre cómo hacer para presentar una
candidatura unitaria (que no única) al eventual `proceso electoral que se
avecina, los funcionarios públicos, los docentes, los trabajadores de la salud,
respondieron contundentemente al despropósito y a la provocación que significo
tratar de rebanar su bono vacacional en 4 toletes, uno de los cuales se
cobraría el año próximo.
Esa respuesta fue contundente. Quizás no en la magnitud
de otros momentos, pero sin duda, en la justeza, en la ira que provoco y, algo
muy peligrosos para cualquier régimen, en las grietas que abrió en su propio
frente.
Las llamadas salas situacionales del régimen han debido
captar, con sus sensores de profundidad, que estos pequeños movimientos telúricos,
estaban provocando desplazamientos de energía y moviendo capas tectónicas mas
profundas.
Conclusión: Optaron por abrir las válvulas de presión y
aceptar los pedidos de los manifestantes en las calles.
Manifestantes que, por cierto, no habían sido convocados
por los partidos, sino por sus organismos sindicales de base (que no estaban
muertos, estaban de parranda) Al parecer, no quisieron arriesgarse a que el
movimiento tomara fuerza. La decisión de reconocer el bono vacacional completo
y echar por tierra la recomendación de los “expertos” del BCV de darlo a
cuentagotas, fue aconsejada por el miedo y el temor a lo desconocido. No
siempre es bueno jurungar a un oso salvaje que hiberna. Pues bien, como
resultado de estas jornadas, allí siguen las fuerzas intactas que no lograron
desmoralizar y allí sigue su vanguardia sindical y social, sacando cuentas de
como enfrentaran esta etapa de depauperación que ha provocado la subida del
dólar y el estallido de la inflación que, en 72 horas, nos hizo el doble de
pobres de un solo tirón.
El librito de la política dice que un liderazgo que
aspire a dirigir los acontecimientos de debería acompañar esta movilización
social, sin usurpar la dirigencia natural; organizando su vanguardia y repetir
sin cesar que, para superar la penuria, hay que hacer el “link” con la
necesidad del cambio político. Desafortunadamente, esto no se hace en Twitter o
en Instagram, ni por los grupos de WhatsApp. Esta es una tarea analógica y no
digital, personal, de empatía y que cultive la cercanía con la gente y
reconstruya la confianza.
Todo lo señalado es la parte que tiene que ver con mascar
chicle. Con la de caminar, al mismo tiempo, tiene que ver con la necesidad de
que las fuerzas democráticas continúen dando forma al proceso para la selección
de una dirección política legitimada; un programa electoral creíble y un
candidato unitario (que no único) que liderice esta etapa.
Para ello es indispensable determinar una fecha; escoger
al equipo de personalidades que organizará y regulará el proceso; establecer
las condiciones de participación de los venezolanos fuera del país y salir al
encuentro de los venezolanos que hoy vuelven a dar señales de querer luchar por
sus derechos y por recuperar al país para el progreso y la democracia.
Tampoco es una de las tareas de Hércules.¡Si queremos,
podemos!
Julio
Castillo es
un político venezolano y fue alcalde de la ciudad de Valencia - Carabobo
La
encrucijada de Maduro
Humberto García Larralde – El Nacional - De un
tiempo para acá el régimen de Maduro viene tomando decisiones para una mayor
liberalización y apertura de la economía, poco congruentes con cualquier idea
de “socialismo del siglo XXI”.
Suspendió los controles de precio a muchos bienes y
servicios (pero sin abrogar la Ley de Precios Justos);
derogó la Ley de Ilícitos Cambiarios, permitiendo la
circulación y posesión de divisas;
reemplazó el control de cambio por un régimen de
flotación “sucia” (intervención del BCV);
- liberalizó el
comercio exterior;
- anunció la venta de activos públicos, amparada en una
Ley Antibloqueo, y la de acciones de algunas empresas públicas;
- y aprobó una Ley de Zonas Económicas Especiales para
atraer inversiones, si bien poco “liberal” y muy discrecional en su aplicación.
Promueve inversiones extranjeras también en el sector petrolero y - crea un
Centro Internacional de Inversión Productiva, en el marco de la Ley
Antibloqueo.
Por boca de la vicepresidente Delcy Rodríguez, también
ministra de Economía y Finanzas, nos enteramos de una Agenda Económica Bolivariana con 18 motores productivos. Supongo
que la idea es que ahora no operen en retroceso. Maduro, por su parte, habla de
construir un poderoso sistema tributario,
alabando al existente en Estados Unidos y otros países avanzados, a la par que
se acerca al sector privado, anunciando el desarrollo de su “vocación
productiva y exportadora”.
También, se aplicó un ajuste draconiano para acotar la
hiperinflación. Redujo drásticamente el gasto estatal, incluyendo sueldos, a
costa de un deterioro aún mayor de los servicios públicos; ancló el precio del
dólar, liquidando divisas escasas en el mercado cambiario; y asfixió la
actividad crediticia de la banca imponiendo niveles de encaje prohibitivos. Aun
así, la inflación (anualizada) sigue entre las más altas del globo, 137,1% para
finales de julio. Y, con el anclaje cambiario, se sobrevaluó todavía más el
bolívar.
No es de sorprender que ante una mayor estabilidad y
luego de tantos años reprimidas con toda suerte de controles y arbitrariedades,
algunas actividades económicas respondieran positivamente, a pesar de las
inconsistencias o insuficiencias de algunas medidas. Se volvieron a llenar los
anaqueles en los supermercados y se activó una burbuja en torno a la
comercialización de bienes importados y alguna construcción al este de Caracas.
Algunos rubros agropecuarios e industrias también pudieron aumentar su
producción al tener libertad para importar insumos (con sus propios dólares).
Maduro no resistió la tentación de cantar victoria: el
país “se estaba arreglando”. Esta
ilusión, a espaldas de las penurias de la inmensa mayoría de la población, de
la proliferación de apagones, de las carencias en el suministro de agua y de
servicios de todo tipo, se insufló con la perspectiva de que la relación con
Colombia mejoraría tras el triunfo de Gustavo Petro. Parecía abrirse la
oportunidad de admitir elecciones creíbles para atemperar, así, algunas
sanciones y el ostracismo externo a que fue sometido. Ya no serían tan
riesgosas, dado su “éxito económico” y el desarreglo en que aparentaba
encontrarse la oposición.
Pero arreglar al país no es “soplar y hacer botellas”. Las medidas referidas escasamente
modificaron el sustrato sobre el que se levanta la economía chavista. Siguió la
desconfianza derivada de la ausencia de garantías económicas y humanas, de la
inseguridad asociada al desmantelamiento del Estado de Derecho, así como de la
precariedad de una política antiinflacionaria apoyada en el anclaje cambiario:
la destrucción de la industria petrolera dejó al Estado sin suficientes divisas
para asegurar la estabilidad del tipo de cambio. Como se temía, este arreglo no
pudo sostenerse. El precio del dólar ha aumentado 45% desde mediados de agosto.
La expectativa de que la economía caiga
de nuevo en un espiral de depreciación–inflación, con impactos adversos sobre
el nivel de vida de los venezolanos, plantea un difícil problema a Maduro,
sobre todo porque el colapso de estos últimos ocho años ha dejado a la economía
doméstica con escasa capacidad de respuesta ante ello.
No puede olvidarse que Chávez hizo lo posible por
reemplazar el ordenamiento constitucional, el Estado de Derecho y los
mecanismos de mercado, por el imperio de su propia voluntad, a cuenta de
encarnar, por antonomasia, los fines redentores de su “revolución”.
Al amparo de la ausencia de garantías, de la opacidad y
de la no rendición de cuentas que trajo la destrucción de la autonomía y el
equilibrio de poderes -incluyendo medios de comunicación independientes y una
ciudadanía activa— y de una impunidad asegurada a cambio de profesar lealtad al
“comandante”, aparecieron poderosas mafias dedicadas a expoliar la riqueza
nacional.
Una vez que quedó atrás la bonanza petrolera de 2008 a
2014 —precios del crudo por encima o cercanos a los 100 dólares/barril— se
desnudó la inopia que hoy plaga al país. Imposible
satisfacer ahora las alianzas que sostenían a Maduro, sobre todo el apoyo
de militares que traicionaron su juramento, y hubo que instrumentar medidas de
liberalización económica que abrieran un respiro a muchos de sus cómplices. Y
de la economía venezolana, dada la enorme potencialidad que aún tiene a pesar
del desastre chavista, no dejaron de brotar mejoras visibles. Rápidamente
fueron capitalizadas políticamente por el régimen con aquello de que “Venezuela se arregló”.
Pero la implantación de una economía de mercado que
materializara estas potencialidades ni siquiera está a mitad de camino. ¿Cómo
atraer inversiones, fomentar la producción y generar empleo bien remunerado,
sin eliminar la estructura de privilegios y de intereses creados que depredan
al Estado? No basta con retirar los ojos de Chávez de las edificaciones
públicas. ¿Cómo restablecer un intercambio fructífero con Colombia sin atacar a
los traficantes de gasolina, de drogas, contrabandistas y las bandas criminales
que han operado bajo las narices o con participación activa de militares
quienes, supuestamente, custodian la frontera? ¿Cómo fomentar el abastecimiento
cuando a los productores agropecuarios se les confiscan buena parte de lo
transportado en alcabalas y puertos? ¿Cómo ser competitivo y aumentar la
producción industrial cuando no se cuenta con un suministro eléctrico, de agua,
gasolina y gas, estables? Y, sin contar con un aparato productivo robusto y en
ausencia de financiamiento internacional, la estabilización de precios y del
tipo de cambio se hace muy cuesta arriba. Sobre todo, es poco lo que puede
aportar un Estado tan malogrado para que las medidas funcionen.
Y así se pinta la encrucijada que enfrenta hoy Maduro. O
arremete contra los intereses creados que, junto con su mentor, alimentó -para
desgracia de Venezuela- o languidece, con escasas posibilidades de cosechar el
éxito político anhelado, en una situación de limitada capacidad económica,
creciente conflictividad social y política, perpetuación de su aislamiento
internacional y creciente vulnerabilidad. El gobierno de Estados Unidos acaba
de aclarar que se mantienen las sanciones. Difícilmente puede esperarse de
Maduro las reformas que el país demanda. Fiel a su naturaleza fascista, ha
respondido a las amenazas que percibe a su poder, incrementando las medidas
represivas.
Sin embargo, para bien de las posibilidades de transición
hacia la democracia, existe ahora un factor que debe ser aprovechado. La
narrativa del gobierno ha cambiado diametralmente. Ya no es congruente que
enfrente o se haga el loco ante los reclamos de que sean cumplidas algunas
garantías constitucionales propicias al establecimiento de una economía
productiva, incluidas las referentes a los derechos humanos, a cuenta de estar
construyendo el socialismo del siglo XXI. A menos que prefiera revertir al caos
anterior, con el consiguiente costo político, debe admitir la pertinencia de
estos reclamos. No es que creamos que el gobierno empiece ahora, como si nada,
a responder ante estas demandas. Pero se ha abierto un espacio favorable a una
plataforma de reivindicaciones, legitimadas en las pretensiones que —al menos
de la boca para afuera— anuncia el gobierno, para apalancar las fuerzas para el
cambio. Y ello debe ser aprovechado para poner en evidencia las contradicciones
del chavismo y erigirse en la alternativa auténtica posible al desastre
chavomadurista.
Sólo un movimiento cohesionado en torno a un programa
coherente y viable, capaz de interpretar las aspiraciones de la gente y
respaldada con las posibilidades de contar con importantes financiamientos
internacionales, podrá sacar al país de este atolladero. No desaprovechemos la
oportunidad.
Humberto García Larralde es Presidente de la Academia Nacional de Ciencias Económicas.
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