CEV EXHORTÓ A “REFUNDAR LA NACIÓN”
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► 45 SACERDOTES HAN MUERTO POR COVID-19 EN AÑO Y MEDIO
• “Es un pecado que clama al cielo querer
mantener a toda costa el poder y pretender prolongar el fracaso e ineficiencia
de estas últimas décadas: ¡es moralmente inaceptable!”
•
A
nivel económico, asistimos a una gran contradicción: mientras la economía
venezolana se encuentra aún sumida en grandes deficiencias que impiden un
trabajo digno y un salario justo, cuantiosas inversiones se están dando en el
país que solo benefician a pocas personas o grupos de inversionistas en áreas
poco accesibles a la mayoría empobrecida de la población; van apareciendo, en
nuestras ciudades, casinos y casas de juego, bodegones, restaurantes y hoteles,
edificios y casas ostentosas. En todos los tiempos, el lujo y el desperdicio
que ostentan unos pocos ofenden a Dios y a los hermanos, pero con mayor fuerza
en este tiempo de pandemia y de crisis global que se vive en el país. - CEV
Tal Cual La Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), a través de su exhorto pastoral advirtió que la democracia en el país está «muy debilitada» y se evidencia una profundización en la crisis que aqueja a la nación, potenciada por la presencia de la pandemia de la covid-19.
Con este pronunciamiento el gremio culminó su CXVII
Asamblea Ordinaria Plenaria.
Desde la sede de la CEV en Montalbán, el presidente de
ese organismo, el Arzobispo de Cumaná, monseñor Jesús González de Zárate,
recordó que Venezuela vive una «situación dramática y de extrema gravedad por
el deterioro del respeto a los derechos de su calidad de vida», a su vez que advierte
que es «un pecado que clama al cielo» el que se quiera mantener el poder a toda
costa «y pretender prolongar el fracaso e ineficiencia de estas últimas
décadas».
Hizo hincapié en que existen al menos «tres escandalosas
realidades» que evidencian la situación actual de la nación como lo son el «desmantelamiento
de las instituciones democráticas y las empresas del Estado», el éxodo de más
de seis millones de venezolanos en busca de una mejor calidad de vida y los
altos niveles de pobreza, que refleja además la desnutrición en los niños y
adultos mayores.
Resaltó otro tipo de problemas presentes que afectan a
los venezolanos desde el punto de vista psicológico, moral y espiritual como lo
es la ideologización que adelanta el Estado a su pueblo, así como la pérdida de
la libertad individual de los ciudadanos a través de la persecución, la
tortura, la cárcel o el exilio. A su juicio, lo que se quiere es «convertir al
ser humano en un simple ejecutor de centros idolátricos del poder».
Considera la CEV que existe una contradicción desde el
punto de vista económico porque aunque hay altos niveles de pobreza en
Venezuela y la dificultad de tener un salario justo por el trabajo, hay una
proliferación de inversiones que benefician a unos pocos y que no permiten el
acceso de todos como por ejemplo casinos, casas de juegos, hoteles, bodegones,
restaurantes, «edificios y casas ostentosas», elementos que «ofenden a Dios y a
los hermanos» en un momento donde la pandemia agudiza la crisis.
Monseñor González de Zárate refirió que la debacle
educativa tampoco se escapa a la realidad porque el deterioro del sector se ha
«profundizado y generalizado» tanto en las condiciones en las que alumnos y
profesores se desenvuelven para dar clases, como la búsqueda de los docentes de
una mejor calidad de vida que les ha llevado a dejar su trabajo por oficios
mejor remunerados. «Sin educación no hay transformación posible», recuerda el
nuevo presidente de la CEV.
«Nos encontramos en el país en una grave crisis global y
democrática. El ser humano con su dignidad, principalmente la persona pobre, es
colocada a un lado por un sistema político para dar relevancia a un sistema
ideológico excluyente, perdiéndose el sentido de la democracia como poder del
pueblo al ser sustituido este por reducidas élites y grupos que asumen un poder
populista y autocrático, en concreto, de los poderes públicos y militar,
dependiendo cada vez menos de la legitimidad electoral con la astucia de sacar
del medio de contrapesos constitucionales y políticos», dijo el monseñor.
Respecto a las elecciones regionales del 21 de noviembre
y la repetición de los comicios en Barinas el 9 de enero, el Arzobispo de
Cumaná manifestó que el proceso comicial estuvo plagado de irregularidades como
la inhabilitación de candidatos, amenazas a medios de comunicación,
persecuciones, desconfianza y la «escandalosa división de la oposición», que
derivó en los altos niveles de abstención que se vio en el proceso.
Para la CEV, el hecho de que se hayan repetido las
elecciones en Barinas es una muestra del «resquebrajamiento institucional de
los poderes democráticos» y deja en evidencia la influencia que tiene el
Ejecutivo en loa demás poderes, enumerando algunas anomalías entre las que
destacó la anulación del resultado cuando ya había un ganador y el poner un
candidato a dedo sin escuchar a bases del partido. Aún así, aseguró que la
población asumió la vía electoral como herramienta para cambiar y se mostró un
deseo de aspirar a otras cosas.
«Los resultados de las elecciones de enero son una
demostración de cuán necesario es reconocer y aceptar que estamos frente a un
cambio en Venezuela que pasa por la necesidad del encuentro y el entendimiento
para construir un nuevo país», afirmó el presidente de la CEV.
Manifestó que a pesar de lo que ocurre en el país, se
puede constatar que hay «signos de luz y esperanza» en la población al ver
iniciativas como las redes de ayuda conformadas para aliviar la situación de
los enfermos y más necesitados. En ese sentido, se exhortó a los mandatarios
regionales y municipales a trabajar en pro del bien común y las clases menos
favorecidas en vez de ser un sostén de una ideología.
Destacó que la iglesia vive en tiempos de «sinodalidad»,
que es escuchar a los ciudadanos y caminar junto a ellos en pro del aprendizaje
muto y la construcción de un camino hacia un país mejor y dijo que ante la
división que se ha evidenciado desde el punto de vista político y social, las
comunidades deben tomar el protagonismo con «acciones creativas» que se
expresen en «procesos de movilización» para buscar el bien común.
Esto, a juicio de la CEV, rescata la propuesta de
«refundar la nación» al recuperar valores como la verdad, la justicia, la
solidaridad, responsabilidad, honestidad y la cultura del trabajo productivo,
que incluyan a todos los sectores del país; se recupere la convivencia
fraterna, se promueva a la familia y la educación como pilares; exista una
renovación de los partidos y sus liderazgos «que no han permitido el discernimiento
político».
Monseñor Jesús González de Zárate expresó que la CEV no
toma partido por alternativas políticas y recordó que las exhortaciones que se
hacen se basan en las enseñanzas y principios de la Iglesia, por lo que destacó
que cualquier propuesta debe estar enmarcada entre la Constitución y las leyes
del país.
Al ser preguntado sobre la mesa de negociación o la
búsqueda de dirimir diferencias vía diálogo, el presidente de la CEV reconoció
que la población está «desilusionada» y desconectada de la dirigencia política
porque no se ven reflejados en ella y por eso es que pide que entre todos se
busque una solución no en «cualquier diálogo», sino que el mismo pueda ahondar
y construir un camino «serio» para la solución real de las necesidades de los
venezolanos.
Por su parte, el monseñor Raúl Biord, secretario general
de la CEV y obispo de La Guaira, comentó que el diálogo debe comenzar «desde
las bases», es decir, desde las comunidades y que el mismo se genere de forma
ascendente. En ese sentido, destacó que cada uno de los venezolanos tiene
responsabilidad de empezar a elaborar soluciones y no depender de la dirigencia
política.
«El objetivo no es sacar a uno ni poner a otro, sino el
bien común. Las negociaciones no solamente son entre personas de poder, sino deben ser algo
inclusivo que permitan la participación de actores de la sociedad porque ningún
partido, líder, puede sustituir a las comunidades», finalizó.
CXVII ASAMBLEA ORDINARIA PLENARIA
EXHORTACIÓN PASTORAL
“Que tu gran amor, Señor, nos acompañe, tal como lo esperamos
de ti”. Sal. 33, 22.
Los arzobispos y obispos de Venezuela, reunidos en la
CXVII Asamblea Ordinaria Plenaria, como pastores y compañeros de camino,
queremos hacer llegar a nuestras comunidades un mensaje de amor y esperanza al
comienzo de este nuevo año 2022, invitándolos a poner su confianza en el niño
Dios que ha nacido y ha iniciado un nuevo camino en la historia de la
humanidad, un camino salvífico, liberador.
En el proceso organizacional de nuestra Conferencia
Episcopal, está mandado que cada tres años haya una renovación de las
responsabilidades en los servicios episcopales a nivel nacional; debido a la
pandemia el período se alargó a 4 años, por lo que en la presente Asamblea
hemos conformado la directiva de la Presidencia, así como las Comisiones
episcopales y organismos eclesiales de nuestra institución. Todo se realizó en un
clima de oración, escucha y discernimiento, buscando hacer lo que el Espíritu
Santo nos inspira para el servicio pastoral del santo pueblo de Dios. También
se hizo un seguimiento a los diferentes acontecimientos de la realidad del
país, así como a los de la Iglesia en los últimos tiempos, tales como la I
Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, y el inicio del Sínodo sobre
la Sinodalidad, que en este momento se encuentra en la fase diocesana.
Sumidos
en la pandemia
Transcurridos dos años del inicio de la pandemia,
ocasionada por el COVID-19, y luego de muchos esfuerzos para producir las
vacunas que buscan controlar esta terrible enfermedad, el mundo no termina de
recuperarse. El surgir de nuevas variantes, unas más contagiosas que otras,
mantienen al mundo en emergencia sanitaria. Por otra parte, muchas personas han
decidido no vacunarse, haciéndose eco de campañas internacionales. Ello conlleva
a un mayor riesgo de contagio y debilita los esfuerzos para controlar el
COVID-19. Nos sumamos al llamado del Papa Francisco que nos recuerda que
“vacunarnos es un acto de amor”.1 Reiteramos nuestro agradecimiento y bendición
al personal de salud, que a diario arriesga su vida para atender a numerosos
enfermos. Nuestras oraciones a Jesucristo, el Señor de la misericordia, por
aquellos que han sacrificado sus vidas en el cumplimiento del sagrado deber de
dar alivio y consuelo para los enfermos.
Una
democracia muy debilitada
La pandemia además de causar sufrimiento, dolor y muerte en la población, ha profundizado los males que ya aquejaban en el pasado a los venezolanos, como bien lo hemos señalado los obispos:
“El pueblo venezolano vive una situación dramática y de
extrema gravedad por el deterioro del respeto a sus derechos y de su calidad de
vida, sumido en una creciente pobreza y sin tener a quien acudir. Es un pecado que clama al cielo querer
mantener a toda costa el poder y pretender prolongar el fracaso e ineficiencia
de estas últimas décadas: ¡es moralmente inaceptable!”
Serían muchos los aspectos a señalar sobre la dolorosa
situación del país, baste subrayar tres tristes y escandalosas realidades: el
desmantelamiento de las instituciones democráticas y de las empresas del
Estado; el dramático éxodo debido a la emigración forzada de cerca de seis
millones de compatriotas expatriados por falta de oportunidades de desarrollo
en el país, sobre todo jóvenes en edad productiva; la pobreza de la gran
mayoría de nuestro pueblo, con particular acento en la desnutrición de la
infancia y las situaciones de injusticias que viven las personas de avanzada
edad. Además de estos aspectos, están los daños psicológicos, morales y
espirituales que experimentan los venezolanos en el drama que estamos viviendo.
Se trata de la pérdida de la libertad individual y social, en formas ya
fácilmente perceptibles como la persecución, la cárcel, la tortura o la
expatriación por problemas políticos. Hay un objetivo de fondo: convertir al
ser humano, creado por Dios como ser libre y responsable, en simple ejecutor de
centros idolátricos de poder.
A nivel económico, asistimos a una gran contradicción:
mientras la economía venezolana se encuentra aún sumida en grandes deficiencias
que impiden un trabajo digno y un salario justo, cuantiosas inversiones se
están dando en el país que solo benefician a pocas personas o grupos de
inversionistas en áreas poco accesibles a la mayoría empobrecida de la
población; van apareciendo, en nuestras ciudades, casinos y casas de juego,
bodegones, restaurantes y hoteles, edificios y casas ostentosas. En todos los
tiempos, el lujo y el desperdicio que ostentan unos pocos ofenden a Dios y a
los hermanos, pero con mayor fuerza en este tiempo de pandemia y de crisis
global que se vive en el país.
La crisis educativa se ha generalizado y profundizado de
manera preocupante, provocando un profundo deterioro con seria afectación,
tanto de las condiciones en las cuales alumnos y docentes realizan sus
actividades, como de la calidad de sus desempeños y expectativas. Sin educación
de calidad no hay transformación posible. Muchos docentes con excelente
formación han emigrado debido a los sueldos y retribuciones de miseria, pues no
les alcanzan para el sostenimiento familiar ni para la prosecución de su
formación. Se debe privilegiar esta área para construir el futuro del país y
abrir el abanico de oportunidades hacia el futuro.
Nos encontramos como país en una grave crisis global y
democrática; el ser humano con su dignidad, principalmente la persona pobre, es
colocada a un lado por el régimen político, para dar relevancia a un sistema ideológico
excluyente, perdiéndose el sentido de la democracia como poder del pueblo, al
ser sustituido éste por reducidas élites y grupos que asumen un poder populista
y autocrático, con un control de todos los poderes públicos y del militar, dependiendo
cada vez menos de la legitimidad electoral y con la astucia de sacar de en
medio a los contrapesos institucionales o políticos. Lo que está verdaderamente
en juego, en medio de todo este deterioro, es la persona humana en la plenitud
de su vocación. Cuando una ideología se antepone como un sistema de poder, que
violenta los derechos humanos y rechaza la dignidad de la persona, genera
injusticia y violencia institucional.
Inmersa en esta crisis democrática, las elecciones del pasado 21 de noviembre estuvieron caracterizadas por la inhabilitación de candidatos, amenazas a medios de comunicación, persecuciones, desconfianza y escandalosa división de la oposición, que minaron la participación ciudadana, provocando un alto grado de abstención. Sin embargo, reconocemos que, a pesar de las adversidades, el pueblo venezolano ratificó noblemente su vocación democrática, asumiendo la vía electoral y la institución del voto como instrumento y expresión pacífica para exigir soluciones a los ingentes problemas que cada día ponen en peligro su vida y su dignidad.
El caso de las elecciones de Barinas fue una muestra del
resquebrajamiento institucional de los poderes democráticos y de la presencia
de la hegemonía del poder ejecutivo ante los otros poderes del Estado. Anular
unas elecciones que ya tenían ganador, volver a pedir que se repitieran,
inhabilitar a candidatos, el colocar a dedo a un candidato oficialista sin
tomar en cuenta las bases del partido, utilizar los recursos del Estado a la
vista de todo el pueblo para hacer campaña en favor de ese candidato, son
algunas de las anomalías sucedidas; pero el pueblo de Barinas mostró su nobleza
y su deseo de cambio en favor de la libertad y del desarrollo humano integral
de esa importante región. Los resultados del día domingo 9 de enero son una
demostración de cuán necesario es reconocer y aceptar que estamos frente a un
cambio en Venezuela, que pasa por la necesidad del encuentro y del
entendimiento, para construir un país libre de la opresión y del deterioro al
que ha sido sometido.
Indudablemente, a pesar de los signos negativos presentes
en el país, podemos constatar que hay signos de luz y de esperanza en medio de
nuestro pueblo. Es alentador observar cómo se han conformado redes de ayuda
médica y de solidaridad con los enfermos y los más necesitados. La Iglesia, a
través de Cáritas y otros organismos eclesiales, ha dado respuestas oportunas a
las diversas necesidades de la población. Se ha despertado la solidaridad y la
cercanía a los más pobres, se ha caminado con ellos ratificando la opción
preferencial por los excluidos. Invitamos a todos, principalmente a las nuevas
autoridades regionales y municipales electas, a atender las ingentes
necesidades de las comunidades, para eso fueron elegidos, que su política no
sea el sostén de una ideología, sino de la vida de los más pobres, es decir, la
construcción del bien común.
Tiempos
de sinodalidad
Como Iglesia, estamos viviendo la experiencia de caminar juntos. Uno de los elementos fundamentales en este proceso es promover la escucha; “una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha, con la conciencia que “escuchar es más que oír”. Es una Iglesia recíproca en la cual cada uno tiene algo que aprender”. Es una Iglesia que se centra en la misión, en el compromiso desde la fe para humanizar la vida del pueblo y hacer más visible la presencia de Dios en la historia; de ahí que como Iglesia seguimos el compromiso de acompañar al pueblo en el resguardo de su dignidad y en la construcción del bien común, participando en procesos de reflexión sobre la nueva sociedad que queremos construir o refundar con la participación de todos, principalmente del laicado organizado, diseñando procesos de formación desde la dimensión social de la evangelización, la Doctrina Social de la Iglesia y el magisterio social latinoamericano y venezolano integrado en planes de acción pastoral que serán impulsados en la próxima II Asamblea Nacional de Pastoral que recogerá las experiencias de la I Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe, y la preparación del Sínodo de la Sinodalidad. Caminar juntos como pueblo de Dios, motivados por la misión que se nos ha encomendado de hacer cada día más vivencial el Evangelio de Jesucristo, es un testimonio enriquecedor de la presencia del Espíritu Santo en nuestra historia.
En vista de las tareas futuras que brotan de los retos
actuales, queremos motivar a todos los sectores del país a asumir su compromiso
histórico con Venezuela, para seguir trabajando por la comunión, la paz y el
bienestar material y espiritual de nuestro pueblo. Ya hemos experimentado
suficientes divisiones y enemistades desde los ámbitos políticos y sociales,
por lo que la sociedad civil, desde sus comunidades e instituciones, debe
asumir el reto protagónico del momento con procesos de movilización,
discernimiento y acciones creativas en la búsqueda del bien común construido
desde los valores cristianos y humanos. Que nadie se sienta excluido de este
llamado por el bien de la familia y el pueblo.
Como episcopado, en uno de nuestros comunicados,
propusimos la necesidad de refundar la nación. La fundamentación de esta
propuesta la asumimos desde el principio cristiano de la “encarnación”. Así
como el Hijo de Dios se hizo hombre y asumió toda la dinámica humana para
lograr una “nueva creación”, cuyo efecto primero fue la transformación del ser
humano al hacerlo hijo de Dios, hombre nuevo, marcado por la pascua liberadora,
así también lo humano, como condición de lo social, debe ser refundado desde
los valores y principios que permiten la construcción del bien común,
recuperando los valores de la verdad, la justicia, la solidaridad, la
responsabilidad, la honestidad, la cultura del trabajo productivo.
La refundación de la nación también implica: la inclusión
de los pobres y necesitados como sujetos de su desarrollo; recuperar la
convivencia fraterna a través de la promoción permanente y efectiva del
diálogo; realizar negociaciones claras y justas en favor del pueblo; promover
la familia y la educación; renovar los partidos políticos y los liderazgos que
no han permitido un discernimiento político centrado en las exigencias
actuales; todo esto haciendo uso de los mecanismos previstos en la Constitución
Nacional y las leyes para resolver los problemas que humillan y cierran
posibilidades de vivir con calidad y en Estado de derecho. Es el momento de caminar
todos juntos en la construcción de un país donde haya oportunidades para todos,
de tal forma que quienes se han ido puedan tener la oportunidad de regresar y
volver a la unidad familiar y como nación
Elevamos
nuestra mirada a Dios, nuestro Padre que en Jesucristo, su Hijo hecho hombre,
nos invita a interpretar la dureza del tiempo presente desde la fe y la
esperanza en Él, Señor de la historia. Que Nuestra Señora de Coromoto, patrona
de Venezuela, y el Beato José Gregorio Hernández, nos ayuden en la tarea de
reeducar e inculcar los valores que nos identifican como nación, para que
caminando juntos reconstruyamos el tejido social, que nos lleve a ser una
Iglesia que promueva la cultura del encuentro, del amor, la justicia, la paz,
la libertad.
Los arzobispos y obispos de Venezuela
Caracas, 13 de enero de 2022
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