LA NUEVA-‘NUEVA ERA’: ¡CRIMINALES AL PODER!
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Gobernanza global, criminalidad y democracia
Asdrúbal Aguiar -DLA:
- El caso es que, en las agendas globales, incluidas la de la ONU-2030 y la del
Foro de Davos, no hablemos de la de Puebla, media una manifiesta
desvalorización de las cuestiones relacionadas con la democracia y el Estado de
derecho
El seminario “Gobernanza Global y Crecimiento en
Libertad”, auspiciado por la Iniciativa Democrática de España y las Américas,
IDEA, en asociación seminal con el Miami Dade College, el Instituto Atlántico
de Gobierno de Madrid, y la escuela de gobierno Benjamin Franklin, ha dejado
lecciones y desafíos para el pensamiento y la acción, muy urgentes de
atenderlos.
En una tarea de reflexión y análisis informado sobre las
realidades inevitables que plantea la globalización y los peligros muchos que
significan sus desviaciones, para la libertad, sobre todo para el Occidente
judeocristiano y milenario, recuerda que una concepción equivocada de aquella,
cuando se vuelve «globalismo progresista», abona la deconstrucción acelerada de
nuestras sociedades. “Pareciera que estamos presenciando el canto del cisne de
la modernidad, con su subjetivismo y su relativismo” y en “el globalismo, que
pretende emerger como nueva cultura dominante, lo propiamente humano aparece
postergado”, precisa José Rodríguez Iturbe.
Es lo que hace posible, ahora, sobre la dispersión social
y la negación del hombre occidental –varón y mujer- como de sus raíces culturales
propias, que los espacios artificiales del Leviatán se encuentren secuestrados
por la criminalidad transnacional, mudada en “organización política”. Es lo
que, con dejo de galimatías, postula el Grupo de Puebla al predicar el “derecho
social” al “Estado”, como suerte de constructo incluso distante del mismo
Leviatán de Hobbes, pues dice que resolverá, sin resolver la anomia social que
a la vez le sirve y es útil, haciendo valer la necesidad de los autoritarismos
y los mesianismos.
Tras tres décadas de recorrido en la liquidación de
nuestros sólidos culturales: el mismo Francisco, al término del 2019, señala
que “no estamos ya en un régimen de cristianismo”, el Foro de São Paulo y su
causahabiente, el Grupo de Puebla, en alianza con las civilizaciones
integristas en pugna contra la nuestra: la musulmana y la china, le ponen
término a sus simulaciones, al fraude democrático –el uso del voto para luego
acabar con las libertades– que en buena hora denuncia el expresidente Luis
Alberto Lacalle.
A partir del COVID-19 y de los regímenes de excepción
impuestos en las Américas y Europa, arguyéndose la obvia primacía de la salud,
quienes ayer abandonaron la violencia y se dijeron dispuestos al camino
electoral para acceder al poder –usándolo y luego vaciándole de contenido
finalista– de manera desembozada ponen sus cartas sobre la mesa en esta hora
nona. Y es que, como lo describiese con crudeza Markus Schultze-Kraf: Desde el fin de la Guerra Fría, los límites
entre las organizaciones criminales y los grupos de insurgentes, terroristas,
paramilitares, se han vuelto cada vez más borrosos; y han pasado tres décadas
desde entonces.
El caso es que, en las agendas globales, incluidas la de
la ONU-2030 y la del Foro de Davos, no hablemos de la de Puebla, media una manifiesta
desvalorización de las cuestiones relacionadas con la democracia y el Estado de
derecho. Es como si la libertad y los derechos fundamentales afirmados sobre la
primacía de la ley y vistos como el desiderátum de la democracia, pudiesen
subsistir al margen de ésta y de aquél; casi al punto de dársele carta de
legitimidad a la “legalidad criminal” o a la “crimi-legalidad” emergente.
¿Se trata de algo viejo y nada nuevo, como la
banalización de la maldad absoluta que desgrana en sus escritos Hanna Arendt?
¿Tenemos vino nuevo, o vino viejo?, se pregunta y nos pregunta el expresidente
Jamil Mahuad.
El expresidente José María Aznar dice bien, gravemente
preocupado, que “desde el año pasado, desde el comienzo de la pandemia, nos
hemos dado cuenta de que vivíamos, probablemente, la crisis más grave en el
orden internacional después de la Segunda Guerra Mundial. La pandemia lo que ha
hecho es acelerar la tendencia, por poner en cuestión lo que ya estaba puesto
en cuestión. Y lo que estaba en cuestión era el orden liberal nacido de aquella
guerra. La retirada del mundo occidental, la retirada de los EE. UU. en
Afganistán, ha confirmado de nuevo, y de una manera muy dramática, los cambios
que se están produciendo en la gobernanza global”.
El dato actual, descarnado e incisivo, es el apoyo global
que Rusia, mientras desafía a USA en su patio vigilando las negociaciones entre
el régimen narco-criminal imperante en Venezuela y una representación del mundo
político democrático, le ha otorgado a Álex Saab, pieza de oro de la
criminalidad política transnacional. El experto Hugo Acha conoce sus entresijos
y los explica a cabalidad durante el seminario.
Entre tanto, los emisarios del régimen de Caracas le
suscriben cartas patentes como emisario diplomático a Saab, encarcelado en Cabo
Verde y le suman, en acto de provocación deliberada –sobre los estertores del
ominoso precedente de Afganistán– como integrante de su delegación en la mesa
de diálogo establecida en ciudad de México. Al cabo, tienen como anfitrión a
Andrés Manuel López Obrador, quien, a la sazón, recibe como paradigma de ese
nuevo orden de relativismo absoluto esperado, al represor cubano Miguel
Díaz-Canel.
La cuestión de fondo en juego y crucial, lejos del
desenmascaramiento y los diagnósticos, la sintetiza con lucidez el profesor
Francisco Plaza, de Atlantic University. Es la pérdida del fundamento
antropológico que diera soporte al orden mundial del siglo pasado, y que fenece
luego de la terminante declaración del secretario de la ONU, Antonio Guterrez:
“El talibán ganó, le pedimos moderación, mantendremos un diálogo”.
He aquí, pues, la enseñanza: “Cuando una comprensión
equivocada de la tolerancia impide ver que la democracia es principalmente una
forma de vida, que encarna un conjunto de verdades concretas sobre el ser
humano, la democracia ya no es capaz de contener el impulso de las fuerzas
contrarias a su espíritu”, concluye Plaza.
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