MADURO, BOSS DEL “CLAN DEL ORO”
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Nicolás Maduro besa el lingote de oro, metal que salvó a su régimen mientras destruye el ambiente, flora y fauna y devasta los recursos naturales al sur del rio Orinoco - .
- EL “ASCO MINERO” – UNAS 80 TON. DE ORO -US$ 48 MIL MILLONES- SALEN “POR CONTRABANDO” CADA AÑO…
- LAS “FAMILIAS DEL ORO” -DIRECTAS,
INDIRECTAS Y PERISFÉRICAS, ENGORDAN CON EL CAPATAZ QUE “MANTIENE A
VENEZUELA” – ARMANDO.INFO
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MINERO”: RÉGIMEN DE MADURO SOBREVIVE POR EL SAQUEO
La periodista Lisseth
Boon informó que el metal precioso es contrabandeado por Aruba, Bonaire,
Curazao, Colombia y Brasil - El Nacional - 12. 10, 2019
SOS Orinoco - |
Régimen de @NicolasMaduro envió a la población de La Paragua, 5 gandolas con
container llenas de máquinas pesadas y retrocavadoras para trabajar minas de
#Orodesangre de los sectores la Lapa, Pozo Bravo, Morichal Largo: Destrucción
total de nuestro bello río Paragua - EL VIDEO
LA
PARAGUA: EL INFIERNO A LAS PUERTAS DEL PARAÍSO
Minería ilegal de oro en el río La Paragua
Si Auyán y Roraima merecieron ser considerados por la Unesco (parque nacional Canaima), pues Guaiquinima también debería serlo por mérito propio. Si Auyán y Roraima merecieron tener el estatus de parque nacional, pues Guaiquinima no merece menos, y en atención a ello fue declarado Monumento Natural (MN) la cual es una figura jurídica que puede llegar a ser más restrictiva que un Parque Nacional (PN).
Esta figura de protección equivale a una “categoría III” entre las
“áreas protegidas” según la Unión Internacional para la Conservación de la
Naturaleza (UICN), y se le asignó a Guaiquinima por la singularidad física y
biológica que exhibe junto al resto del sistema orográfico de tepuyes, que
sobresalen en el paisaje a manera de “islas” en el “mar” de tierras bajas de la
Orinoquia y Guayana venezolana. En la cuenca del río Paragua se encuentra el
tercer frente minero aurífero más grande del Sur de Venezuela, después de
Cuyuni y de Icabarú. El valor patrimonial natural y de biodiversidad del
Monumento Natural Guaquinima exige resguardar totalmente su integridad ante la
expansión de la minería que ya ha traspasado sus límites. El Monumento
Natural Guaiquinima es una barrera de protección para los
vulnerables pueblos indígenas del alto
CHARLES BREWER-CARÍAS (2019) - Lea el informe completo en español publicado el 2 de mayo, 2020 “La minería en el Paragua asedia al Monumento Natural Guaiquinima: el Infierno a las puertas del Paraíso”
El capataz que “mantiene a Venezuela”
·
Armando Info - Eduardo Rivas salió de la nada
para consagrarse como el zar de la explotación del oro, el último maná que
permite obtener divisas para las arcas del Gobierno después del colapso de la
industria petrolera. Se expuso a la luz pública por primera vez en 2018, al
frente de un complejo de procesamiento del metal precioso, pero desde entonces
hace sentir su poder al sur del Orinoco mediante campañas de prensa regional y
el amedrentamiento con su guardia pretoriana constituida por agentes de la
contrainteligencia militar. Más que por credenciales técnicas o antecedentes
-casi nulos- en la actividad minera, debe su figuración a la cercanía que tiene
con los Nicolás Maduro, padre e hijo.
El miércoles 9 de mayo de 2018,
Eduardo José Rivas dejó de ser un desconocido: los medios oficiales lo retrataron
sentado a la derecha de Víctor Cano, para ese momento ministro de Desarrollo
Minero Ecológico, en la inauguración del Complejo Industrial Domingo Sifontes
ubicado en El Callao, una de las localidades auríferas por excelencia en el
estado Bolívar, en el sureste de Venezuela, cerca de la frontera con el
Territorio Esequibo controlado por Guyana. Entonces Rivas era presentado en
sociedad como presidente del complejo, un inversionista que había aportado
capital privado en este proyecto, sin destacar hasta entonces ni como hombre
clave ni poderoso. Esos atributos estaban por concretarse y su ascenso
meteórico en el sector aurífero apenas comenzaba.
Tan ambicioso fue ese proyecto
industrial previsto para procesar oro con la técnica de la cianuración, y tan
grande fue la inversión -precisada por Víctor Cano en 30 millones de euros- que
les pareció pertinente tener material promocional para la inauguración:
franelas y gorras bordadas especialmente para la ocasión, con los nombres y
logos de las seis empresas privadas que hacen parte del complejo Domingo
Sifontes. El combo lo lucieron varios de los invitados capturados por las
cámaras y, por supuesto, el propio Rivas, quien tenía razones para vestir con
orgullo esa franela.
Uno de los nombres bordados,
Inversiones y Representaciones Glenduard, resulta ser el de una empresa de su
propiedad, donde Rivas controla la mayoría accionaria y actúa como director
principal; y como esa, hay otra empresa del complejo de importancia particular,
Corporación Petroglobal, cuyos dueños son Mario Bonilla Vallera y Raúl Saavedra
Leterni, los fieles socios en más de una docena de empresas en Venezuela y el
exterior, amigos cercanos de los hijos de Cilia Flores, Yoswal y Yosser Gavidia
Flores, y de su hermanastro Nicolás Maduro Guerra, hijo de Nicolás Maduro.
Bonilla Vallera fue identificado
en 2018 como testaferro de los hijos de Cilia Flores en la investigación penal
llevada en Estados Unidos bajo el nombre de Operación Money Flight, que siguió
el rastro al lavado de 1.200 millones de dólares de Pdvsa, y por la que Bonilla
Vallera se mantiene prófugo de la justicia estadounidense tras ser sentenciado
a 20 años de prisión.
La importancia del complejo
Sifontes y de su presidente guarda relación directa con la alta jerarquía de la
administración de Nicolás Maduro, lo que explica el rol prominente que tiene
Rivas ahora y que se ha consolidado en los últimos dos años.
De izquierda a derecha, el alcalde de El Callao, Alberto Hurtado,
Eduardo José Rivas (de negro) y Víctor Cano, hoy exministro, el día de la
inauguración del complejo. Foto: Alcaldía de El Callao.
Hoy Rivas es bien conocido en El
Callao y en todo el eje minero al sur de Bolívar, pero mientras más lo conocen
más le temen. Quienes trabajan en el sector, directa o indirectamente,
prefieren no nombrarlo o guardar silencio por miedo. “Aquí dicen que ese es el
hombre que está manteniendo al país”, susurra un trabajador de una de las
plantas de procesamiento de oro de la zona, al otro lado del teléfono. El temor
se sobreentiende. La Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim) es
responsable de la seguridad de Rivas y del Complejo Industrial Domingo
Sifontes, así como de algunas plantas de procesamiento de oro en la zona. La
presencia de este organismo de inteligencia en áreas mineras y plantas para
cumplir funciones de resguardo y vigilancia no era común. Esta labor siempre le
había correspondido y aún corresponde a la Fuerza Armada Nacional, pero a los
funcionarios regulares de uniforme verdeoliva, no a los que visten de negro de
pies a cabeza y ocultan su rostro con pasamontañas.
Más recientemente, en noviembre
de 2019, fue inaugurado otro complejo similar bautizado como Manuel Carlos
Piar, por el general independentista guayanés. Se trata de una versión menor de
la anterior instalación, dotada de nueve plantas de cianuración, de las que por
ahora solo una está activa. Otra diferencia es que este no se encuentra ubicado
en la zona aurífera del río Cuyuní, sino a tres horas de distancia en carro, en
la zona industrial de Matanzas, en Puerto Ordaz, a orillas del Orinoco y junto
al mayor cluster venezolano de industria pesada para la
transformación de minerales.
A pesar de la distancia, la
instalación también es presidida por Eduardo Rivas y resguardada por la Dgcim.
Como ha venido ocurriendo desde la creación del Arco Minero del Orinoco (AMO)
en febrero de 2016, el mapa de actores que participan en la zona se ha
reconfigurado.
El hombre intocable
En el pueblo de El Callao se
tienen al menos dos certezas: que el complejo de cianuración reviste gran
interés para la cúpula que se mantiene en Miraflores, y que Rivas es el gran
hombre de confianza, casi intocable. Cómo llegó a convertirse en una figura de
tanta importancia en el sector aurífero es algo que pocos saben.
Rivas es del estado Bolívar,
aunque no de El Callao. En 2008 fue candidato al Consejo Legislativo del estado
(parlamento regional), con apoyo de la coalición conformada por el
gubernamental Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv), UPV e IPCN. A pesar
de semejante respaldo en una entidad que desde el año 2000 no ha dejado de
tener un gobernador chavista, su candidatura perdió. Al menos hasta 2013 era un
desconocido en el sector aurífero. Algunos de quienes dicen que su oficio era
el de técnico de refrigeración, recuerdan haber sabido que de vez en cuando
vendía oro.
Alguien que llegó a tener
información de primera mano sobre esta persona es el general Manuel Ricardo
Cristopher Figuera, exdirector del Servicio Bolivariano de Inteligencia
Nacional (Sebin) y del Centro Estratégico de Seguridad y Protección de la
Patria (Cesppa), así como subdirector de la Dirección General de
Contrainteligencia Militar (Dgcim), cargo que tuvo durante años.
En entrevista concedida para este
reportaje, el general asegura que Eduardo Rivas “es persona de confianza de
Nicolasito”, en referencia a Nicolás Maduro Guerra, hijo del presidente Nicolás
Maduro Moros. Su afirmación se desprende, en parte, de un hecho que siguió
desde el órgano de contrainteligencia militar. “Con información que proporcionó
ese individuo (Rivas), Nicolasito utilizó la Dirección General de
Contrainteligencia Militar para conducir la llamada ‘Operación Manos de Metal’.
Cuando se inició esa operación, yo me desempeñaba como subdirector de la Dgcim
y también como director del Centro Estratégico de Seguridad y Protección de la
Patria, donde me llegaron denuncias de familiares de personas perseguidas por
la Dgcim, que se dedicaban al comercio del oro”.
Cuando intentó saber más
información sobre las personas detenidas en la Dgcim por esas causas sobre la
comercialización del oro, recibió como respuesta que esos procedimientos los
estaba dirigiendo personalmente Nicolás Maduro Guerra con apoyo de la Dgcim,
bajo instrucciones presidenciales y que el director del organismo de inteligencia,
el general Iván Hernández Dala, “estaba en cuenta y dio la orden de apoyar”,
sostiene el general, actualmente exiliado en Estados Unidos luego de haber
desertado del gobierno de Maduro tras el fallido golpe de Estado del 30 de abril de 2019. De hecho, es él quien confirma
que la Dgcim tiene la responsabilidad de cuidar a Rivas desde hace, al menos,
tres años por órdenes de Nicolás Maduro. “Es
público que Rivas ascendió a las esferas del poder de forma meteórica”, dice.
La "Operación Manos de Metal", activada en junio de 2018 por
el Ejecutivo nacional, buscaba impedir el contrabando y extracción de
minerales, sobre todo oro, de acuerdo con la versión del entonces
vicepresidente Tarek El Aissami, quien hizo el anuncio. Pero, según el general
Cristopher Figuera, “fue para establecer un monopolio con la compra-venta del
oro, en la que Eduardo Rivas con apoyo desde la presidencia de la República,
estableció un ‘pranato industrial y artesanal’ en ese comercio”.
Sobre esto no dio mayores
detalles. Tampoco se pudo confirmar de manera independiente cómo operaría ese
supuesto “pranato”. Eduardo Rivas fue contactado para este reportaje a través
del equipo de prensa del complejo Manuel Carlos Piar, pero no atendió la
entrevista solicitada. “El señor Eduardo está cumpliendo unos compromisos y por
eso está aislado de entrevistas”, indicaron.
Pero más allá de ese rol que le
atribuye Cristopher Figuera, la prensa local abiertamente afín con el proceso
que encabeza Nicolás Maduro muestra otra faceta del personaje. Una vez hecho
pública en 2018 la identidad de Eduardo Rivas, comenzó a aparecer regularmente
en las reseñas de la prensa oficialista o sumisa como el gran
ingeniero-empresario, inversionista y benefactor, comprometido con acciones
sociales que van desde el asfaltado de vías, recuperación de áreas verdes y
recientemente, la dotación de insumos médicos y desinfección de espacios para
mantenerlos “libres” de la Covid-19, tanto en El Callao como en Puerto Ordaz.
En todas esas actividades el complejo Domingo Sifontes se muestra como el
mecenas que hace posible las obras sociales en alianza, eso sí, con la
gobernación del estado, a cargo del general del Ejército Justo Noguera Pietri.
Así como Rivas se convirtió en un actor clave en Bolívar, el centro industrial
que dirige también.
Una apuesta colosal
que se queda corta
Una imagen satelital permite
apreciar las dimensiones del complejo industrial construido en el sector
Nacupay de El Callao. El Domingo Sifontes fue levantado en tiempo récord,
recuerdan los lugareños, y posee una capacidad de procesamiento envidiable en
comparación con las procesadoras de oro que existían en los alrededores.
Adentro operan seis plantas, al menos según las
palabras de Victor Cano el día de su inauguración, puestas en marcha en el
marco de las “alianzas estratégicas” firmadas entre la Corporación Venezolana
de Minería (CVM) y seis empresas privadas: Inversiones y Representaciones
Glenduard (que pertenece a Rivas), Corporación Petroglobal (de Bonilla y
Saavedra), Invertrade, Mipre, Inversiones RPN e Inversiones Oriente. Tan solo
dos de las seis plantas suman una capacidad para procesar, entre ambas, 600
toneladas de material primario al día.
Se trata de plantas de
“hidrometalurgia por lixiviación con cianuro para el aprovechamiento de las
arenas auríferas derivadas de la pequeña minería” para la producción de oro, de
acuerdo con el ministerio de Desarrollo Minero Ecológico. En palabras más
sencillas, son plantas que usan cianuro
en lugar de mercurio para recuperar el oro que queda en las arenas, una técnica
que no es nueva pero que el ministerio ofrece como solución para reducir el uso
del tóxico mercurio en el Arco Minero del Orinoco. La apuesta era grande: para
2018 se esperaba haber instalado 45 de esas plantas.
Este proceso de cianuración es
como un repaso o segundo tamizado en la producción de oro. El insumo básico
para alimentar el proceso es el de las llamadas arenas de cola, es
decir, el desecho que queda luego de procesar las arenas auríferas en un molino
primario.
En detalle, el
minero extrae con técnicas rudimentarias de las minas de galerías o túneles, a
unos 30 metros de profundidad, trozos de piedras que luego lleva a triturar a
un molino, también con escasa tecnología. Allí, con el uso de mercurio, se
puede rescatar del 30% al 35% del oro que contiene el material aurífero
extraído de la mina. Culminado el proceso queda un desecho o remanente, en
forma de arena, que posee aún un porcentaje considerable de oro, hasta 70%. “Por eso las arenas se volvieron la última
panacea”, comenta un geólogo que trabaja en el sector y que por precaución ante
posibles represalias de la Dgcim o de los grupos irregulares que operan en la
zona, pide mantener su anonimato.
“De ese 70% que deja el minero
aún le puedo sacar un 85% o 90% del oro que contiene, usando la técnica de
cianuración”, continúa explicando. Justamente ese remanente del que aún es
posible recuperar buena cantidad de oro es el que los molineros le venden al
complejo Domingo Sifontes y a las plantas de cianuración, pues estas nacieron
con una debilidad: no tienen mina propia que les garantice el material primario
que necesitan. “Las arenas de oro no se importan, las tienes o no”, sentencia
el geólogo.
El complejo tiene cinco columnas de tanques a la vista. La entrada está
resguardada por la Dgcim. Foto: Alcaldía de El Callao
La capacidad instalada del Domingo Sifontes no es equiparable con otro
centro industrial aurífero ubicado en el eje minero de Guayana.
En la inauguración, Víctor Cano precisó que estas seis plantas, junto a
otras dos que se activaron ese mismo día, tendrían capacidad para producir 21,6
kilos de oro al día, lo que se traduciría en un promedio de ocho toneladas de
oro al año, equivalentes -de acuerdo a la cotización del momento- a 270 millones
de euros.
No se conoce con claridad cuáles
son las funciones que cumplen cada una de las empresas, pues solo dos de las
seis aparecen en los informes oficiales del Ministerio de Desarrollo Minero
Ecológico que presentan balances de logros y alianzas firmadas al cierre de
2018. Se trata de Glenduard y Petroglobal. En ambos casos, firmaron la “alianza
estratégica” con la Corporación Venezolana de Minería (CVM) en 2017 por un
período de cinco años, contados a partir de 2018. La alianza establece que la CVM
aporta el derecho minero y la comercialización del mineral mientras que las
empresas aportan el capital, la tecnología y el talento humano.
Glenduard fue registrada en enero
de 2016, un mes antes de la publicación del decreto presidencial que anunciaba
la creación del Arco Minero del Orinoco, como una empresa que se dedicaría al
análisis de suelos, estudios de planificación urbana y de rentabilidad de proyectos,
con posibilidades de suscribir alianzas estratégicas con el Estado. En ella,
Eduardo Rivas posee el 90% de las acciones y es el director principal, mientras
que la abogada Eukarys Lazzar Bernay es la accionista minoritaria y directora
gerente.
En septiembre de 2017 modifica su
objeto social, “por requerimiento del Banco Central de Venezuela
(BCV) y del Banco de Desarrollo Económico y Social (Bandes)”, para incluir dos
detalles: que las alianzas estratégicas con el Estado pueden ser para compartir
procesos productivos para el aprovechamiento del oro y demás materiales
estratégicos y, la más llamativa, para “la compra y venta de oro al Banco
Central de Venezuela y al Bandes”.
Corporación Petroglobal, en
cambio, fue constituida a finales de septiembre de 2016, a los pocos días de
haberse hecho una modificación en el expediente mercantil de una empresa
homónima, registrada en otro país. En
este caso, la dupla de Mario Bonilla y Raúl Saavedra, conocidos por haber usado
otra de sus empresas -Constructora MyR- para la compra de siete de las catorce
casas de la calle Laguna de Tacarigua de Cumbres de Curumo, a donde se mudaron los hijos de Cilia Flores y su familia tras
adquirir todas las viviendas del callejón, habían registrado en Panamá a través
de terceros la compañía Petroglobal Management, en octubre de 2015.
La misma tendría como fin
principal la gestión petrolera, incluida la operación, servicios,
comercialización de productos y materiales, compartido con otras actividades
amplias como bienes raíces, importación y exportación en general y la facultad
de servir de agentes o representantes de cualquier empresa nacional o internacional.
Pero este objetivo petrolero no
fue suficiente para sus intereses (o para los intereses de quienes
representan), pues al año siguiente modificaron la razón social de la empresa
procurando no dejar rastros: en abril de 2016 Mario Bonilla había sido
designado presidente y representante legal de Petroglobal Management, Raúl
Saavedra fue nombrado secretario y Carlos Villafranca Blanco quedó como
tesorero. Allí estuvieron por cinco meses, hasta el 23 de septiembre, cuando
cambiaron de nuevo a toda la directiva (ellos tres salen) y amplían las
atribuciones de la compañía, incorporando la explotación y comercialización de
minerales como el carbón, manganeso, oro, diamante, hierro, bauxita y cobre.
Cinco días después de haber
efectuado este cambio en Panamá, Bonilla y Saavedra registraron en Puerto Ordaz
la Corporación Petroglobal, dedicada también a la minería y con la posibilidad
de firmar alianzas estratégicas con el Estado. El objetivo estaba claro desde
el principio, tener presencia en otro negocio de interés para la familia
presidencial.
En esta empresa ya no contaron
con Carlos Villafranca Blanco, un personaje que los sigue conectando con el
entorno de Cilia Flores: Villafranca es el vicepresidente de Esaica, la empresa
de cacao favorecida por sus conexiones con el poder, y está casado con Erika
Alexandra Albornoz Gavidia, sobrina de Walter Gavidia y por tanto prima de los
hijos de Cilia Flores. Bonilla también tiene un cargo en la directiva de Esaica.
La planta de cianuración de Corporación Petroglobal tiene capacidad para procesar 200 toneladas de material primario al día, mientras que la planta de Glenduard puede procesar el doble, 400 toneladas.
Aunque la meta era instalar 45
plantas a finales de 2018, el balance del ministerio -de ese año- indica que se
activaron siete.
Otra de las empresas del complejo
Domingo Sifontes, Invertrade, tiene otra historia no menos interesante. Se ha
dedicado desde 2019 a la importación de cianuro de sodio, indispensable para el
funcionamiento de las plantas y la recuperación del oro de las arenas.
Pareciera que su rol dentro del complejo es ese.
A partir de un proveedor
mexicano, Invertrade importó cinco cargamentos de cianuro de sodio en 2019 y
tres más en 2020 (febrero, abril y mayo), de acuerdo con información de la base
de datos Panjiva. Seis de esos envíos, de 150.800 kilogramos en total,
significaron un costo de 478.000 dólares.
Adicionalmente, en abril de 2019
importaron 5.140 kilogramos de mercurio desde México hasta Cuba, en tres envíos
que costaron 257.000 dólares, según los registros de la base de datos
Veritrade, procesados y suministrados a Armando.Info por la
organización no gubernamental C4ADS, con sede en Washington DC. El destino de
estos cargamentos de mercurio no está claro, pero no deja de ser llamativo que
una empresa venezolana dedicada a la minería importe un elemento que desde
agosto de 2016 tiene prohibición de uso, tenencia, almacenamiento y transporte
con fines de obtención o tratamiento de oro.
Invertrade también fue creada en
febrero de 2016, días antes de la publicación del decreto presidencial sobre el
arco minero. En los papeles de la empresa aparecen como accionistas Carlos
Alberto Ávila Mendoza, Ricardo Alfonso Brito Arasme y la compañía panameña
Steel and Mining Group, donde a su vez participan otros venezolanos (Katiuska
Da Camara Lucas, Félix Manuel Bastardo Arias y Richard Pinzón Neira).
Estas tres empresas, junto a
Mipre (registrada en enero de 2017), tienen en común no solo formar parte del
complejo Domingo Sifontes sino también compartir a la misma abogada como
redactora de las actas constitutivas, quien además es la socia de Eduardo Rivas
en Inversiones y Representaciones Glenduard: Eukarys Lazzar Bernay. La abogada
fue contactada para este reportaje y aunque en un primer momento mostró
disposición para hablar con el equipo de Armando.Info, luego no
respondió más. Sobre las otras dos, Inversiones RPN e Inversiones Oriente, no
se obtuvo la documentación.
Según Cristopher Figuera, el
complejo Domingo Sifontes inició actividades en mayo de 2018 con una producción
de 150 kilos de oro al mes, pero luego comenzó a bajar y para el primer
semestre del año estaría entre 80 y 90 kilos por mes. La reducción también la
confirman algunos molineros de la zona con conocimiento de causa, pues estos
pequeños molinos son los proveedores de ese material primario que necesita el
complejo. Los molineros reciben como forma de pago el 10% del oro que se puede
recuperar de las toneladas de arenas que suministran; pero cuando se inauguró,
pagaban el 20%. “Ellos se quedan con el lomito. No podemos hacer nada, usted
sabe cómo son las reglas aquí”, dice con temor uno de los molineros
contactados.
La escasez de gasolina y la
emergencia instaurada desde marzo por el coronavirus han incidido en el trabajo
de los mineros y de los molinos que procesan el material aurífero hasta
convertirlo en arenas. La producción ha disminuido.
En junio de 2018, a un mes de la
inauguración, se realizó la primera fundición de oro en el complejo y Rivas, en
compañía del presidente de Minerven de ese momento, mostró el lingote de 4,4
kilogramos ante las cámaras. Desde entonces no ha habido más información sobre
la producción.
Los grandes intereses
El 28 de junio de 2019, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos
sancionó a Nicolás Maduro Guerra, “Nicolasito”, entre otras cosas por haberse “beneficiado de las minas
venezolanas junto con Maduro y su
esposa, Cilia Flores”. Si bien el diputado de la Asamblea Nacional, Américo De Grazia,
actualmente en el exilio, lo ha vinculado a una de las empresas que está
explotando coltán en la zona del arco minero, las declaraciones del general
Cristopher Figuera sobre la posible influencia de Maduro Guerra en la llamada
“Operación Manos de Metal” y la confianza de Eduardo Rivas, dan una nueva
perspectiva sobre su participación en el sector aurífero.
El exdirector del Sebin también
sostiene que Rivas “cuida los intereses de los Maduro Flores, de los hermanos
Rodríguez Gómez, de Jorge Arreaza, de un sector de la élite militar y de Tareck
El Aissami”, e incluso menciona a Alex Saab, detenido desde el 12 de junio
en Cabo Verde por ser el presunto
testaferro de Nicolás Maduro, y solicitado por Estados Unidos para su
extradición hasta ese país, que lo investiga por lavado de dinero. Sobre él
asegura que “aparece como el principal financista en la mayoría de las
empresas” del complejo Domingo Sifontes.
En el caso del complejo Manuel
Carlos Piar, construido en Puerto Ordaz e inaugurado en noviembre de 2019, es
aún más grande la opacidad. Solo está claro que Rivas es también el presidente
y que su producción es también importante; la planta se instaló en menos de
seis meses y de esa eficiencia hizo alarde el almirante Gilberto Pinto, actual
ministro de Desarrollo Minero Ecológico. Además, el propio Nicolás Maduro comentó, el día de la inauguración, que
el oro allí extraído sería usado “para las
medicinas, para la alimentación, para la vida, la salud del pueblo y la
educación”.
Fue construido en la vieja zona industrial Matanzas, uno de los
primeros desarrollos de la pequeña y mediana industria en Guayana, devenido en
reflejo del descalabro productivo en el país. En uno de los extremos, dos
briqueteras expropiadas por el gobierno de Hugo Chávez en 2009 operan con
limitaciones y a un ritmo alejado de sus máximos registros de producción.
En ese enclave
de ruina industrial, instalaron la primera planta de lixiviación de oro de las
nueve previstas, que tendrán capacidad para procesar 200 toneladas de arena
aurífera por día con la aspiración de extraer 20 kilos de oro por mes, de
acuerdo con la información oficial difundida. El complejo está ubicado detrás
de las alicaídas briqueteras en una extensión de tierra en la que está ubicada
una sede de la Dgcim, cerca de la margen sur del río Orinoco. La presencia de
uniformados de la Dgcim fuertemente armados en la entrada del complejo es otra
evidencia del nexo entre la iniciativa privada y el régimen de Nicolás Maduro.
El complejo Manuel Carlos Piar queda a tres horas de la zona minera, por
esa distancia, algunos creen que se surtirán de las arenas del río. Foto:
Ministerio de Desarrollo Minero Ecológico.
Iniciativa privada que tampoco es
transparente con los datos que declara sobre las empresas. El equipo de Armando.Info se
acercó a las oficinas de Corporación Petroglobal, Invertrade, Mipre e
Inversiones Glenduard y solo pudo confirmar la existencia de esta última. Allí
también funciona otra empresa llamada Veta Minera, dedicada también a la
explotación de minerales y con la misma abogada como redactora del documento
constitutivo. Y en la oficina de al lado está otra compañía con las mismas
características de Glenduard y Veta Minera, llamada Cripto Gold.
La sede de
Petroglobal no existe, en el centro comercial en el que supuestamente está
ubicada no hay un local con el número de oficina 2-16 ni un segundo piso como sugiere
la dirección; los datos no corresponden con la del espacio comercial. La sede
de Invertrade no tiene identificación ni tampoco alguien abrió la puerta del
lugar. Y el galpón donde estaría la oficina de Mipre no pudo ser ubicado.
Aunque se trate
de empresas sin experiencia previa en el sector aurífero, creadas justo para
participar en alianzas estratégicas con el Gobierno para la explotación minera,
nada indica que eso sea impedimento para que el complejo Domingo Sifontes esté
operativo. En varias ocasiones se han visto camiones cargados de arenas
auríferas escoltados por la Dgcim y la Guardia Nacional ingresar a la planta
ubicada en El Callao, mientras que la entrada y salida de sus instalaciones
tiene un control férreo.
Es en este
contexto de vigilancia extrema, inteligencia militar, opacidad y extracción de
oro “para la vida”, como expresó Nicolás Maduro, que Eduardo Rivas halló un
ascenso meteórico tras llevar una vida aparentemente anónima, alejada de la
minería. Ahora le atribuyen, incluso, el control de la comercialización del
oro.
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